- Los Reyes Católicos autorizaron la galería de La Mina para trasladar agua de Tejeda a la capital, aún en funcionamiento tras 500 años
- Tiene 167 presas, la mayor concentración del planeta
- El cabildo realiza un inventario de pozos a partir de su archivo histórico con 4.000 expedientes
Gran Canaria es el lugar del mundo con mayor concentración de presas del mundo, pero además va camino de confirmar que es el lugar del planeta con mayor número de pozos en apenas 1.500 kilómetros cuadrados, nada menos que cerca de 3.000 horadaciones verticales que oscilan entre 15 y 400 metros, una profundidad nada habitual para extraer agua, todo un patrimonio hidrológico del más alto nivel que el Cabildo de Gran Canaria ha querido exaltar para celebrar el Día Mundial del Agua.
Y es que todo ello ha convertido a Gran Canaria en un lugar muy particular para conmemorar este día que nació cuando la Unesco declaró el derecho al agua un derecho de la humanidad que, en el caso de los isleños, está muy ligado no solo a su historia y a su idiosincrasia, sino prácticamente a su estado de ánimo. Tanto es así que la falta de lluvias sume a la población en una pesadumbre colectiva que, con la llegada de las lluvias, se convierte en alegría, por no decir euforia, exclamó el presidente insular, Antonio Morales, tal como sucedió con las últimas borrascas.
Obtener agua ha sido causa permanente de desvelos y angustia desde hace siglos, no en vano la primera gran infraestructura data de la época de la conquista, pues la galería de La Mina fue autorizada por los mismísimos Reyes Católicos a principios de 1500 para trasladar agua de Tejeda al Real de Las Palmas, aún en funcionamiento, y desde entonces la creatividad no ha cejado. Los esfuerzos por obtener una gota de agua han sido terribles, aseguró el consejero de Aguas, Miguel Hidalgo, en referencia a las vidas que se arriesgaron para obtenerla de cientos y cientos de perforaciones.
Y es que el mapa de pozos de Gran Canaria arroja la imagen de un queso gruyer que se encuentra en pleno proceso de inventarización a partir de los archivos históricos del Consejo Insular de Aguas, que atesora 4.000 relativos a pozos y 2.000 vinculados a galerías, otras infraestructuras, en este caso horizontales, que igualmente cruzan la isla de lado a lado con cientos y cientos de kilómetros.
El Cabildo realizó este sábado un recorrido por el Barranco del Guiniguada para mostrar algunas de sus riquezas hidráulicas porque la necesidad de extraer agua combinada con la orografía de la Isla y las bolsas de agua subterráneas, han convertido a Gran Canaria además en todo un museo de artilugios para obtener agua con las más variadas invenciones, y siempre a la última, de modo que el recorrido también fue un paseo histórico a medida que el grupo descendía por el cauce, donde también se encuentra la primera heredad de aguas de la Isla, ligada a La Mina de los Reyes Católicos y que posibilitó la fundación de la capital grancanaria.
Así, el boom de las presas se produjo en los años 20 y 30, con Soria como exponente faraónico, pues de hecho puede albergar tanta agua que los entendidos bromean con que cuando se llene será que se habrá hundido la isla, nada menos que 32 millones de metros cúbicos, de modo que se toma como referencia su mayor llenado. Pero es que además en Gran Canaria existen otras 166 presas, la mayor concentración mundial, gracias también a su centenar de barrancos, idóneos para apresar el agua en su recorrido a la costa tras las grandes lluvias.
Ya con la industrialización llegaron los pozos y en Gran Canaria surgió en los 50 toda una industria en torno a ellos, desde herrerías a la fabricación de los motores. En torno a 2.000 de diesel ligados a los pozos que, cuando no estaban sacando agua, eran puenteados para que dieran luz a la población de su entorno, ya fuera en la Isleta, Moya o Tenteniguada y, como no, también a sus fiestas.
Si el pajarillo deja de piar, peligro en el pozo
La profesión de pocero no tenía nada de fácil, el güinche los bajaba en el cacharrón, normalmente con una pierna fuera para ir controlando la bajada, y una campana que a un toque significaba parar, dos subir y tres subir rápido, porque otro de sus grandes peligros eran los gases, para ello llevaban dos alertas, o bien una lámpara de carburo, que se apagaba en caso de aparición de gases, o bien un pajarillo que, si dejaba de piar, había que sacar de inmediato a los poceros por lo mismo.
Con el avance tecnológico y la desalación se ha dejado descansar los acuíferos y está desapareciendo el vocabulario ligado a esta profesión por la falta de uso, algo que el consejero Miguel Hidalgo no está dispuesto a permitir, y bajo el convencimiento de que el lenguaje es el eslabón más débil de cualquier patrimonio cultural, trabaja en un diccionario para no dejar caer estos términos en el olvido.
Y es que precisamente la desalación fue uno de los siguientes saltos en la historia del agua, de la que los participante en el recorrido pudieron conocer cantoneras, acequias y lavaderos, punto de encuentro del pueblo también llamados veleros por el aspecto que adquirían gracias a las blancas sábanas tendidas al viento.
Sin depuración y desalación, ya en los 90, sería del todo imposible atender la población actual, que entre residentes y turistas alcanza el millón de personas, un proceso para obtener agua en el que Gran Canaria fue igualmente pionera y cuyo siguiente reto está ligado a la obtención de energía para producirla. De ahí que el Cabildo haya puesto en marcha Renovagua, que liga la obtención de agua al viento y el sol, algo ya iniciado en la Mancomunidad del Sureste con Morales al frente y que le valió cinco premios de la ONU y la invitación para que presentara el proyecto en su sede para su aprovechamiento en los países en desarrollos.
Pero los avances de Gran Canaria no paran y ya en el nuevo milenio el Cabildo está inmerso en otra obra igualmente faraónica que también tiene como escenario Chira y Soria. Se trata de una central hidroeléctrica con un salto artificial que será única por sus características y que no solo permitirá la penetración de las renovables en Gran Canaria, pues el agua sube con energía renovable y producirá nuevamente energía al dejarla caer, lo que en la práctica es un sistema de almacenamiento, sino que tiene todos los requisitos para convertirse en toda una atracción turística.
Vigilantes con chapa y escopeta
Especial importancia han tenido en todo el camino del agua los vigilantes de barrancos, aguas, presas, obras y explotaciones. Los vigilantes son un cuerpo creado a principios de siglo que patrullaba con chapa y escopeta. Este sábado fueron homenajeados los herederos de aquella profesión porque son un colectivo que ejerce una labor callada e imprescindible que el Cabildo ha querido sacar a la luz también en agradecimiento a su labor durante la última borrasca, en la que los barrancos y sus riadas se convirtieron en protagonistas.
Los vigilantes del Consejo Insular de Aguas recibieron la ovación del centenar de personas que participó en el recorrido, entre ellos también la consejera de Turismo, Inés Jiménez, el consejero de Medio Ambiente, Miguel Ángel Rodríguez, el catedrático e Hijo Adoptivo de Gran Canaria 2018 Luis Serra, el alcalde de Tejeda, Francisco Perera, el alcalde de Santa Brígida, José Armengol, y personal del Consejo Insular de Aguas y de Emalsa, entre otros amantes del mundo de las históricas infraestructuras hidráulicas.
“Mirarnos en lo nuestro” fue en definitiva el objetivo del recorrido, tal como aseguró Francisco Guerra, que guió al grupo por palmeras, acebuches, acequias labradas en la piedra, formaciones volcánicas, serenadores de agua, la cueva de los Frailes, y el acueducto del Jardín Canario hasta llegar al Foro del Guiniguada, donde culminó este especial encuentro por el Día Mundial del Agua.