El próximo 8 de abril se cumplen cinco años desde el fallecimiento de José Luis Sampedro. Aprovecho esta fecha para recordar su paso por este mundo en el cual, su gran preocupación como literato humanista, y economista de prestigio, como catedrático de estructura económica en los ámbitos nacional e internacional, fue investigar sobre la creación de una economía de proyección mundial que dotara al individuo la posibilidad de desarrollar la dignidad de los pueblos. Al final de su vida insistía, en diversas entrevistas, que no podía entender cómo la gente continuaba votando a politicastros, que lejos de aportar soluciones a los problemas reales de la humanidad, perpetuaban la desigualdad y la injusticia, manteniendo a las clases dominantes e involucionistas del sistema establecido. No sé si utilizaba estas palabras exactamente, pero dejaba muy clara una idea que apuntaba a ello.
Hoy día los grandes dolores que azotan a la humanidad son los ya consabidos de la inmigración obligada debida al hambre y las guerras; la demografía imparable; los problemas medioambientales; etc. Y resulta obvio que al tratarse de asuntos globales no encontrarán solución en políticas particulares. De ahí que siempre pensé que la idea de José Luis Sampedro iba más allá. Hacia un cambio sereno del sistema, preconizado por los organismos internacionales, buscando fórmulas de adaptación de las corrientes económicas y adaptando sus logros y límites a la felicidad del individuo. Por ejemplo, y aplicando la consigna de Gandhi de que “…en la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la codicia de algunos…”
Un ejemplo concreto y muy actual sería el propio de las pensiones. Me refiero al caso de España, pero transpolable a otros países. Los políticos conservadores mantienen que no se pueden aumentar porque el sistema se desestabilizaría. Los mal llamados progresistas, a través de una crítica insana y sin aportar ideas creíbles, con la única intención de recuperar el poder para hacer lo mismo que los otros, bajo una apariencia de cambio, no aportan nada nuevo. Y así llegamos a la humorada de Campoamor “…en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
….Y los pensionistas siguen ahí. No me refiero a los que reciben el nivel máximo. Me refiero a la mayoría que recibe cantidades irrisorias que hacen imposible la subsistencia. Este es el hecho que debe constituir la premisa mayor, y el mensaje que se ha de trasladar… ¡Señores de la Unión Europea. Tenemos un problema. Muchos ciudadanos de nuestra Organización no pueden sobrevivir. No se trata ya de llevar una vida digna. No. Se trata de que no pueden vivir!
Y partiendo de esa premisa sólo cabe una salida. ¡Solucionar el problema!. Pero como el “Sistema” es el que es, habrá que retorcerlo hasta poder sacar el jugo necesario para cocinar la receta. Ahí empezaremos a hablar de reforma administrativa; de fraude fiscal; de impuestos adaptables a la nueva realidad social; en fin, de poner en marcha la ciencia económica y la imaginación para salir adelante y no tener que entrar en un nuevo ciclo de guerras que pondrían las cosas en el punto de origen que lo soluciona todo…. “la superpoblación se acaba por la mortalidad infinita”; “la reconstrucción soluciona los problemas de empleo”; etc. Lo que sí debe quedar claro es que no se puede mantener una sociedad civilizada teniendo a personas, en este caso jubilados, malviviendo, en un sistema que premia con millones de euros a personajes que pertenecen a consejos de administración, que para más inri, en muchos casos, fueron la causa de la ruina de las empresas que dirigían.
Se dirá. Esto es ilusorio. El mundo siempre fue así y lo seguirá siendo eternamente. Pues no. Ya sabemos que el mundo tiene fecha de caducidad. O nos ponemos las pilas o esto se acaba antes de lo que se piensa. Ya no es ciencia ficción. Se dirá también que aun reconociendo el problema que nos acecha es muy complicado salir adelante. Y ahí es adónde quería llegar. Si el ser humano es capaz de hacer cosas inauditas, aparentemente imposibles en el arte y en la ciencia; si se construyen rascacielos impresionantes; puentes prodigiosos; túneles que producen hipo; naves espaciales que llegan a marte; la piedad de Miguel Ángel; obras musicales inconcebibles para el género humano por entender que se salen de los márgenes de un cerebro terrenal, y que sólo pueden ser atribuibles a un Dios, que de esta forma se nos impone como necesario e ineludible; obras pictóricas imposibles; ¿cómo es posible que no se pueda hacer una obra política que suponga una evolución de un sistema de convivencia que no tenga que pasar por la destrucción, el odio, el miedo, la depravación…?
El problema es que las obras de arte las hacen los artistas. El arte supone la plasmación de un don natural al trabajo. Unos descubren de niños que son capaces de dibujar un rostro sin que nadie les haya enseñado; otros son capaces de hacer operaciones matemáticas imposibles para el común de los mortales; otros convierten una piedra amorfa en una figura; otros tienen una gran facilidad para poner orden en los sonidos; etc…otros, desgraciadamente, saben manejar y manipular las masas. De la misma manera hay otros que tienen la necesidad natural de aportar sus capacidades para ordenar las estructuras sociales que otorguen dignidad a los pueblos. A estos personajes se les conoce por el nombre de políticos. Pero políticos de verdad, no politicastros, porque no se pueden pedir peras al olmo. Tal vez algo de lo que José Luis Sampedro tratara de decirnos es que hay que buscarlos con ahínco y no desfallecer….