- Morales afirma el miedo ni la coacción deben atemorizar a una sociedad sana
- Hidalgo celebra que “algo haya cambiado para bien en el país” para que ya un grupo de personas pueda reunirse para rechazar aquellos hechos
- Balbina Sosa afirma que este día le recuerda que está viva porque su padre se salvó en el último segundo cuando ya estaba maniatado a unos metros del acantilado para ser lanzado
Una escultura que hace sentir el camino estrecho, injusto y sin retorno que vivieron las diez personas que fueron tiradas por los franquistas 3 de octubre de 1936 homenajea desde hoy a estos hombres que murieron por defender sus ideas y cuyos cuerpos devolvió el mar, por lo que los fascistas pasaron al segundo plan, despeñar a los represaliados por la Sima de Jinámar.
La sociedad pública y civil se dio la mano hoy en la inauguración de esta escultura que busca que no caiga en el olvido su memoria ni la de los hechos, porque una “pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”, subrayó el presidente del Cabildo, Antonio Morales, en un acto que contó con el alcalde de la capital, Augusto Hidalgo, y las asociaciones impulsoras de esta iniciativa en la que une “arte, memoria y mar”.
El concejal e historiador Sergio Millares ha documentado que aquella aciaga jornada fueron lanzados amarrados de pies y manos en sacos de plátanos llenos de piedra Rafael Martín Vera, Juan Ramírez Yarena, Pablo María de la Cruz, Manuel López Díaz y Rafael Pérez de León, todos enfermeros del Hospital San Martín, además de a José Cárdenes Pérez, Ramón Miranda Cabrera, Tomás Bautista Torres, Juan Álvarez Cruz y José Álvarez Cruz. El punto exacto, un hermoso lugar frente al mar en Marfea, a pocos metros del Tritón.
“Este acto me recuerda que estoy viva”, exclamó Balbina Sosa, a cuyo padre trasladaban en un camión igualmente atado en un saco con piedras para que corriera la misma suerte y cuando ya lo habían bajado, unos focos en la playa que creyeron que eran del obispo Pildain, hizo que lo devolvieran al camión, y tras aquel suceso tuvo sus siguientes hijos, entre ellos a Balbina. No pasó lo mismo con el cargamento de hombres del camión anterior, en el que viajaba su tío José, padre de su prima Pino Sosa, conocida luchadora por la memoria de los represaliados.
Tanto es así, que años después, y tras una intervención del Cabildo de Gran Canaria en el Pozo de Tenoya, los restos del padre que perdió fueron al fin encontrados, recordó Balbina Sosa, quien rememoró que su padre vivió toda su vida jorobado, con los bolsillos de la chaqueta que casi le llegaban a la rodilla, “de los palos y palizas que se llevó”.
Francisco Pérez es el autor de la escultura que, con dos enormes piedras enfrentadas que forman un camino que se estrecha, consiguen transmitir en un instante de reflexión la angustia de aquellos momentos junto al mar. “Ojalá no hubiera tenido que hacerlo”, expresó.
El alcalde celebró que “algo” haya “cambiado para bien en este país” cuando al fin pueden unirse un grupo de personas para homenajear a aquellos hombres y aquellos sucesos que nunca debieron producirse y que incluso ya se hable del traslado de los restos de Francisco Franco sin gran revuelo.
De hecho, más de ochenta años después, prosiguió Morales, “ha llegado la hora de proclamar que aquellos asesinatos fueron injustos, no hay justificación posible para causar tanto dolor gratuito”.
“Ni el miedo, ni el terror, ni la coacción pueden atemorizar a una sociedad sana”, proclamó el presidente ante este monumento que también es un homenaje a la resistencia valiente de una sociedad y de la necesidad de que las personas demócratas permanezcan unidas.
Y que el fascismo “es un ogro que nunca muere del todo”, advirtió a la luz de los acontecimientos en la vieja Europa que, “olvidando tragedias incontables muestra movimientos xenófobos que son el caldo de cultivo de totalitarismos que hay que combatir”, así que la memoria no solo se debe mantener viva, se tiene que mantener alerta.
Cuando la Marfea se tornó inadecuada para cometer estas atrocidades porque el mar devolvía los cadáveres, los franquistas no solo pasaron a cometer sus atrocidades a la Sima de Jinámar, también a los profundos pozos de Gran Canaria, de los que ya han sido recuperados los restos de 34 personas.
El Cabildo trabaja de forma permanente en tres proyectos fundamentales: El de los pozos de Arucas, también con identificación genéticas de las personas arrojadas a los pozos que aportan interesantes datos para su identificación, así como en la propuesta de excavación en el Cementerio de Vegueta a través de un convenio con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y el Ayuntamiento capitalino.
El tercer gran proyecto de actuación se centra en la Sima de Jinámar para determinar si es posible realizar excavaciones y exhumaciones, lo que está pendiente de una propuesta técnica que revele si es posible trabajar con seguridad en el interior en este fenómeno geológico.