Tras el escándalo que sacude los cimientos de la Iglesia Católica por los macabros hechos de “abusos sexuales a menores”, el Papa Francisco ha declarado recientemente durante una rueda de prensa, en su visita a Irlanda, que “los menores con tendencias homosexuales sean llevados al psiquiatra”.
En un contexto de preguntas efectuadas por un periodista, se le cuestionó: “qué le diría a los padres que detecten inclinaciones homosexuales en un hijo”, a lo que el Papa respondió: “Les diría, en primer lugar, que recen, que no condenen, que dialoguen, entiendan, que den espacio al hijo o a la hija”. La polémica no se hizo esperar al añadir posteriormente: “Cuando eso se manifiesta desde la infancia, hay muchas cosas por hacer por medio de la psiquiatría, para ver cómo son las cosas. Otra cosa es cuando eso se manifiesta después de los 20 años (…)”.
Diferentes medios y redes sociales han viralizado la noticia bajo el fragor de su titular. No en vano, varias asociaciones de índole LGTBI han ofrecido sus primeras reacciones ante la desafortunada declaración del pontífice.
Cabría plantear si su “recomendación” es, más que un acto ideológico, una nueva propugna que amplía aquella donde varios clérigos han afirmado que “la culpa de los actos sexuales a menores se debe a que éstos provocan a sus abusadores”. Sería menester cuestionar quién denota la asistencia de un profesional de la psiquiatría, en especial, cuando se intenta justificar tales hechos deleznables a como sea posible.
Al margen de cualquier juicio paralelo, aunque la ciencia y la religión siempre han sido como “agua y aceite”, amerita recordar a los fervientes seguidores de la Iglesia Católica, a esta misma institución y al propio Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco), que la Organización Mundial de la Salud sacó de sus listas la homosexualidad como “enfermedad mental” hace 28 años. Igualmente, en 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) eliminó la homosexualidad del ‘Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales’ (DSM) y urgió a rechazar toda legislación discriminatoria contra gais y lesbianas.
Por tanto, si no es por respeto e igualdad, que sea por conocimientos científicos, y si estas dos variables no entran en una ideología casi obsoleta, lo más caritativo es un merecido y productivo silencio.
«Amor es cuando la felicidad de tus hijos es más importante que la tuya propia». -Jackson Brown, Jr.
David Valentín Torres
Escritor de psicología y filosofía