(AUDIO) A principios de diciembre Nicolás Puente ha sacado la segunda edición de “Cuentos encontrados por el camino“, publicado en Amazon. Es un libro ya publicado en 2015, pero que ahora ha sido corregido de forma profesional y sale con una portada profesional. Es un conjunto de cuentos y un puñado de microcuentos en los que la idea principal es escribir sobre los aspectos más íntimos y más humanos del hombre: El miedo, el amor, la culpa…
Los titulo cuentos encontrados por el camino, porque son cuentos escritos a lo largo de varios años. Casi todos fueron borradores que escribí hace mucho y que luego modifiqué varias veces. Algunos, si los comparamos con la primera forma de escritura, son irreconocibles. Creo que el paso del tiempo les ha dado nuevos matices, nuevas formas de entenderlos: Los personajes están más delineados y mejor descritos. Una serie de cambios que, a mi entender, les han dado mucha más profundidad.
Un intento de resumirlos en pocas palabras es una tarea inútil. Su temática es muy diferente: Poco tiene que ver un cura que se niega a creer en la existencia del demonio con un personaje que no está seguro de ser el responsable de muertes que acontecen y que él visualiza en sueños. O el marido que cree conversar con su esposa muerta y que le va dictando cómo educar a sus hijas con la muchacha que recibe la visita de un anciano que le ofrece soluciones a los problemas que se le presentan.
Y sin embargo hay un núcleo que sí podría ser constante: la filosofía que está latente en todos los personajes: La humanidad, el amor, la entrega, el misterio de vivir…
Quizá un pequeño resumen de todo esté en el microcuento de “¿De la noche al día?”:
Regresaba con las luces nuevas del alba rompiendo las sombras a mi espalda. Un universo de estrellas, lejano y tintineante, se apagaba con la claridad recién nacida.
Mi inocencia yacía solitaria en la papelera del parque esperando al camión de la basura. «¿Podrá llevarse los sueños?», pensé.
Dolían en mis labios aún los besos y en el alma me flotaba el universo. Nada era igual, nada era distinto.
La claridad se tornaba sombra y la bruma estallaba en colores de artificio. Giré la llave en la cerradura de mi casa. Empujé la puerta. Abría un mundo que cerraba otro tras mis pasos. De puntillas, escaleras arriba, con los zapatos en la mano, lloraba. No encendí la luz de mi habitación. Lo supe, lo sé: ya no estaba el unicornio.
Quizá el resumen sea ese: en algún momento, en alguna etapa de nuestra vida, —tal vez en todas las etapas—, perdimos o vamos perdiendo la inocencia y cuando regresamos a nuestro mundo, a nuestra habitación de siempre ya no está el unicornio, —símbolo de la virginidad y la pureza—, ni siquiera estamos nosotros, hemos cambiado, no somos los mismos.
Escuchalo en el siguiente enlace: