Si hay algo que debemos tener en cuenta, es que la situación actual a la que nos enfrentamos nos está poniendo a prueba como especie humana. Estamos siendo probados, no por nuestra religión, ideología política, cultura o clase social, sino por nuestra capacidad de comportarnos como seres humanos en el sentido más profundo y ético de la palabra.
En toda crisis personal, comunitaria y mundial, sale a relucir lo bueno o malo sin deparar en las etiquetas superficiales de la gente. Pero en esos momentos álgidos y tensos, también todo el mundo es igual o está en la misma posición de fragilidad.
No existen las diferencias, solo la conducta a ejercerse por la generalidad. Esta es la connotación que, en tiempos de debilidad, nos emplaza a fortalecernos.
Las teorías, unas con aciertos y otras inconvenientes, tampoco parecen ser resolutivas en circunstancias adversas. Los patriotismos, nacionalismos y egocentrismos, son intrascendentes o, al menos, así deberían serlo cuando una situación delicada merece toda la prioridad.
La cuestión es saber qué hace cada uno desde su pequeño o amplio espacio vital, esto es lo que debería priorizarse como una solución potencial. Sea por una u otra causa, cada persona tiene que aprender a solidarizarse y verse desde una perspectiva humanitaria.
Es curiosa la manera en que la vida nos insta a aprender. Ahora la mayor parte de la población mundial está confinada en sus hogares, en el lugar donde siempre se ha dicho que debe empezar y sanearse la educación para un acertado desenvolvimiento en la sociedad.
Creo que es el momento de darnos cuenta a dónde queremos llegar, qué necesitamos modificar de nuestra conducta y de qué forma podemos poner nuestro grano de arena para un mundo mayormente empático y cooperativo.
Desde luego, tenemos la sartén por el mango del refrito que queramos digerir. Ahora somos nuestros propios cocineros, creo que está de más reprochar a terceros el alimento que nos corresponde, a cada uno, preparar y convidar a los demás.
Somos una especie que, por naturaleza, vive rivalizando hasta que algo nos toca lo más vulnerable de nosotros. Llegada esa tesitura, en cada cual queda expresarse con el orgullo y la vanidad del ego, o hacerlo desde una conciencia que tribute al bien común.
En definitiva, estamos por este mundo de paso y, a la vista está, los desafíos deben sensibilizarnos, mostrarnos lo humanos que realmente somos y solidarizarnos con el resto de seres que conforman esta hermandad global.
Este es un barco en el que todos remamos por igual, es hora de preguntarse si es a puerto donde se quiere llegar o se prefiere naufragar.
David Valentín Torres
Escritor e investigador