La sociedad grancanaria valora el esplendor de la naturaleza que nos acoge. La conciencia medioambiental es creciente y nuestro apego al territorio, a las riquezas de nuestra tierra es una de nuestras señas de identidad. Cuando hemos padecido desastres naturales el sentimiento de dolor es compartido y masivo. Es verdad que tenemos mucho que avanzar, pero el compromiso por la conservación y protección de nuestro medioambiente aumenta constantemente y se acrecienta de forma especial entre nuestros jóvenes.
El pasado viernes 5 de junio celebramos el día mundial del medio ambiente que, como todo, ha estado marcado por la pandemia de COVID-19. Sin duda es una excelente ocasión para llamar una vez más la atención sobre los riesgos concretos y cotidianos que implica para el ser humano la destrucción del planeta. El coronavirus saltó de algún animal salvaje al ser humano y esta transmisión del agente patógeno se vio facilitada por la destrucción de los bosques y los hábitats naturales, así como por el tráfico de especies exóticas a nivel mundial.
Aunque de menos intensidad, todas las epidemias que hemos vivido en los últimos años (síndrome de las vacas locas, gripe porcina, gripe aviar, covid-19, etc.) están estrechamente relacionadas con la sobreexplotación de los recursos naturales por una ganadería y por una agricultura industrializadas e intensivas en manos de grandes corporaciones transnacionales que ahogan las pequeñas explotaciones de base campesina. También están relacionadas con la desigualdad y la pobreza.
La emergencia sanitaria ha coincidido con la declaración por parte de diversas administraciones de la emergencia climática y aunque tratándose de fenómenos claramente diferentes, hemos visto que están relacionados. Además, lo más importante, si queremos combatirlas no podemos pretender regresar a una normalidad insostenible con consecuencias catastróficas e irreversibles para el conjunto de la vida en la tierra y con efectos concretos e inmediatos en nuestra salud y nuestra economía.
Ya he hablado en otras ocasiones de los impactos del cambio climático en Canarias, una de las regiones del mundo más afectadas por este proceso. Las sequías persistentes, el aumento del riesgo de incendios, la subida del nivel del mar con amenaza a nuestro litoral, la destrucción de la biodiversidad, la aparición de enfermedades tropicales, los fenómenos meteorológicos adversos y graves son algunos de los hechos naturales que amenazan nuestra forma de vida y nuestra economía. Está claro que de no actuar de manera inmediata sus efectos pueden terminar siendo irreversibles.
El jueves inauguramos las jornadas de MAC-Clima, un proyecto liderado por el Cabildo de Gran Canaria que tiene como objetivo impulsar la creación de un tejido institucional, científico y social para trabajar de forma coordinada en materia de adaptación y mitigación del cambio climático y convertir a Canarias y a Gran Canaria en una referencia internacional en este campo. MAC-Clima comprende un conjunto de acciones encaminadas al desarrollo de una estrategia para monitorizar el cambio climático, impulsar medidas y políticas de adaptación, mitigación y fomento de la cultura medioambiental. También pretende mejorar los procesos de sensibilización entre ciudadanía y entidades públicas.
Pero entonces, ¿cómo podemos relacionar las causas o factores agravantes del COVID-19 y la temática abordada por este proyecto Mac-Clima? Sin lugar a dudas, apoyando y difundiendo los resultados de la mejor ciencia disponible. La ciencia ha advertido durante décadas de los peligros del cambio climático, pero no ha sido capaz de comunicarlo de forma efectiva al conjunto de la población, lo que ha llevado a una acción lenta y dado alas al negacionismo en muchas ocasiones. Con este proyecto vamos a tener la oportunidad de contar con instituciones científicas de prestigio que van a aportar sus conocimientos para después transmitirlos a través de numerosas actividades de formación y sensibilización.
La pérdida de biodiversidad y la contaminación severa y progresiva de espacios terrestres, marinos y de la atmósfera en todo el planeta crean condiciones para que nuevos virus y enfermedades letales como COVID-19 se extiendan en nuestras sociedades. Por eso mismo es tan importante conocer cómo nos va a afectar el calentamiento global en la región macaronésica. Ahora bien, el objetivo último de Mac-Clima no es ser una mera recopilación de datos sobre las afecciones del cambio climático en nuestra región, sino que pretende compartir buenas prácticas de adaptación al cambio climático. Al fin y al cabo, la acción contundente liberando recursos humanos y materiales para luchar contra el coronavirus ha permitido aplanar la curva en un corto espacio de tiempo. Del mismo modo, una acción potente y concertada sobre el cambio climático podría reducir la escasez de alimentos y agua, los impactos de desastres naturales y el aumento del nivel del mar, protegiendo a innumerables personas y comunidades.
Efectivamente, una conclusión que podemos extraer de todo lo que nos ha sucedido en los últimos meses es que cuando estamos suficientemente motivados podemos suspender nuestro modo de vida habitual para ayudarnos mutuamente. Una implicación similar para luchar contra el cambio climático podría transformar nuestro consumo de energías fósiles de inmediato. Todos podemos aportar y jugar un papel importante en la solución: la ciudadanía, las instituciones públicas, las empresas, en definitiva, la sociedad civil.
Del mismo modo, estamos convencidos de que la lucha contra el cambio climático debe ser global y debe traspasar fronteras. Por eso creemos que este proyecto Mac-Clima de cooperación transfronteriza puede jugar un papel clave estableciendo una colaboración estable para lograr una mayor resiliencia y adaptación frente al calentamiento del clima en la región.
El predominio de los combustibles fósiles, la tala sistemática de bosques y, en general, el sacrificio de la salud del planeta para obtener ganancias mediante el consumismo desaforado, nos está conduciendo hacia un cambio climático catastrófico. Como informó la ONU recientemente, 2019 fue el segundo año más caluroso en la historia registrada del planeta Tierra. Y la década de 2010 a 2019 fue la más calurosa jamás observada.
Además, los indicadores a largo plazo del cambio climático para el presente siglo XXI, como las concentraciones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, el aumento del nivel del mar y la acidificación del océano, continuarán irreversiblemente por la inercia de lo acontecido hasta hoy, pero podemos contribuir a reducir sus impactos si actuamos de inmediato y con la máxima convicción, compromiso y recursos a nuestro alcance.
Ojalá que el 2020 sea recordado como un momento en el que nos vimos obligados de repente a detener lo que estábamos haciendo, prestarnos atención y actuar para mejorar la vida en nuestro planeta, especialmente la de los hábitats y las personas más vulnerables. Es hora de abandonar este sistema destructivo y encontrar formas sostenibles de habitar la Tierra. Por esta razón, Gran Canaria quiere entregar un futuro mejor a las próximas generaciones y para ello es necesario que nos esforcemos en cumplir los Acuerdos de París. Y en este sentido, espero que Mac-Clima, el Pacto de los Alcaldes por el Clima o la Estrategia Insular contra el cambio Climático – entre otras acciones que desarrolla el Cabildo de Gran Canaria- aporten soluciones ante la emergencia climática a la que nos enfrentamos en este siglo XXI.
Antonio Morales Méndez
Presidente del Cabildo de Gran Canaria