- El cómodo gesto de arrojarlas a la vasija y tirar de la cadena genera atascos y un gasto de limpieza de 5 millones en Gran Canaria
- Solo una parte de las toallitas se disuelve, pero el resto forma nudos, trenzas y bolas en codos y tuberías
Las Palmas de Gran Canaria, 13 de agosto de 2020.- El Cabildo insta a la población de Gran Canaria a desechar correctamente las toallitas húmedas, bastoncitos y otros residuos de aseo, que no se deben tirar al inodoro, ya que el váter no es un sumidero ni una papelera y usarlo como tal genera atascos costosos de solucionar, tanto que la Isla tiene que destinar 5 millones de euros al año a su retirada, un dinero que se podría destinar a otros fines.
Y ello incluso cuando el envase de las toallitas indica que se trata de un material biodegradable, ya que su proceso de descomposición sigue siendo tan lento que la saturación que provoca en las redes de saneamiento es en la práctica la misma, así que lo correcto es desecharlas en la papelera y posteriormente verterlas al contenedor.
En Gran Canaria, una isla con 870.000 habitantes, se vierten cerca de 23 toneladas de toallitas húmedas y papel higiénico. Un 57 por ciento, es decir, más de 12 toneladas, son exclusivamente toallitas. Y es que si el 95 por ciento del papel higiénico se disuelve en la primera media hora, tan solo una parte de cada toallita se disuelve pasados los días, disminuye su tamaño un tercio, pero los otros dos tercios permanecen.
El tipo de tejido de las toallitas, que no es papel, sino un entramado textil compuesto de poliéster y algodón, entre otros, genera trenzas, bolas y nudos, que con otro tipo de suciedades que también circulan por los sistemas de alcantarillado y saneamiento, ocasionan importantes obstrucciones en las redes.
Uno de los puntos en los que las toallitas pueden atascarse es en el propio bajante o arqueta, que luego se incorpora al alcantarillado que va bajo vías públicas, y también en algunos codos o reducciones de diámetro, donde tienden a depositarse o hacerse bola.
El problema más grave se produce cuando hay que bombear aguas residuales, algo complicado ya que no solo contienen aguas fecales como deberían, sino papel higiénico, toallitas húmedas y una gran cantidad de residuos que no son biodegradables, ni fácilmente transportables por la red de saneamiento y tampoco eliminables en las estaciones depuradoras.
El retrete no es un cubo de basura ni una papelera
Normalmente, las aguas residuales tan solo deberían contener los residuos de carácter orgánico, en cambio a las estaciones depuradoras llegan bastoncillos de los oídos, que no son biodegradables, que flotan y que además no son fáciles de retirar de las aguas residuales y generan problemas.
También llegan envoltorios de esponjas de baño, preservativos poco o nada degradables y otros muchos plásticos que sumados al papel higiénico, toallitas y demás residuos, generan bolas de basura.
Y es que la cultura de usar y tirar reinante hoy en día, unida a la insularidad, a la fragilidad del ecosistema y a la escasez de los recursos, provoca que la cantidad y variedad de residuos generados se convierta en un gravísimo problema medioambiental, sobre todo cuando la población tira del recurso cómodo de tirarlo a la vasija y tirar de la cadena.