597 es la cifra de personas irregulares llegadas a Canarias desde la madrugada de anoche hasta las primeras horas de esta misma mañana. Aunque pudiese sonar una cifra atronadora, solo en la jornada de ayer, sábado, se registró la llegada de casi 1.100 inmigrantes a lo largo de las costas Canarias. 1697 personas sin papeles, ni registro en apenas 1 fin de semana.
Si se comparan las cifras con las obtenidas en 2019, se aprecia un incremento de más del 700%. De no producirse una moderación a finales de año, la cifra podría rebasar los 33.000 inmigrantes en las islas.
Una cantidad nunca antes vista, ni siquiera durante los peores momentos de “la crisis de los cayucos” en 2006.
Mientras la llegada de inmigrantes por otras vías (Ceuta, Melilla, Baleares, Península…) cae en picado, Canarias se convierte en el destino favorito de todos aquellos que buscan una mejor vida. Las personas han olvidado que la pandemia ha azotado el mundo y no solo su propio techo. Al igual que todos, ellos también han sufrido las consecuencias de una epidemia sanitaria que nadie vio venir.
Con la única diferencia que de allí, de donde ellos buscan huir, no hay colapso sanitario porque ni siquiera existe eso que se conoce como sanidad. No pueden ir al médico, no tienen los medicamentos mínimos para sobrevivir a una gripe ¿cómo van a poder realizarse un PCR?
El muelle de Arguineguín, en el sur de Gran Canaria, se ha convertido en estos últimos meses en un foco de polémicas tras la llegada masiva de personas sin documentación.
Vídeos que se han propagado por las redes sociales, fomentando el odio y el racismo en la ciudadanía. ¿Por qué molesta tanto que personas inmigrantes, que únicamente buscan una vida mejor, hayan sido reubicados de urgencia en complejos hoteleros? Hoteles cerrados, sin uso y con personal en paro, que gracias a medidas como esta ha permitido rescatar de los ERTE a 136 trabajadores de los establecimientos y reactivar el negocio de 211 proveedores, según declara la Secretaría de Estado de Migraciones. Sin embargo, solo son capaces de ver su propio ego. Es más sencillo decir que se están apropiando de sus islas y que dan una mala imagen para el turismo, antes que pensar que tienen un techo donde refugiarse y una cama donde dormir.
Personas que han pasado días a la deriva, arriesgando todo lo que les queda. Han dejado atrás a sus familias, amigos, la vida que conocían, todo lo rutinario, para tirarse al mar con 4 tablas de madera y rezar para llegar vivo al otro lado de la costa.
Claudia Vega Bordón