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Un “rey de Zamunda” lejos de la original, pero pasable

El regreso triunfal de Eddie Murphy con ‘Yo soy Dolemite’ ha llevado al popular actor a querer revisar algunos de sus personajes más populares. Con Axel Foley llevaba años intentando sacar adelante una cuarta aventura de ‘Superdetective en Hollywood’ que parece que finalmente veremos en Netflix, pero antes de ella he visto’El rey de Zamunda’.

De qué va

Murphy recupera el personaje de Akeem, un príncipe africano que en ‘El príncipe de Zamunda’ viajaba a Nueva York para intentar encontrar a una esposa que le quisiera por cómo es. En esta secuela descubrimos que tuvo un hijo ilegítimo, algo que se aprovecha para mantener esa idea de pez fuera del agua en una discreta segunda parte en la que lo que mejor funciona es la divertida presencia de Wesley Snipes en un papel secundario.

La actitud del personaje interpretado por Murphy en ‘El príncipe de Zamunda’ invitaba a pensar que traería consigo la renovación de su reino cuando ascendiera al poder, pero es que la película empieza con él siendo aún príncipe más de 30 años después de lo visto en la primera entrega, por lo que las curiosas y un tanto arcaicas tradiciones del lugar siguen intactas.

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Más sombras que luces

Esa es la excusa perfecta para que ‘El rey de Zamunda’ recupere varias situaciones de su predecesora con fines cómicos, pero entre que algunas ya funcionaban regular entonces y la sensación de repetición, el único clavo que queda al que agarrarse por ahí es el de la nostalgia, algo en lo que el guion firmado por Barry W. Blaustein y David Sheffield, que ya escribieron la primera entrega, junto a Kenya Barris confía más de la cuenta.

Las referencias más o menos directas están a la orden del día y el esqueleto argumental viene a ser el mismo pero con un cambio de escenario. Aquí es un don nadie de Nueva York quien viaja a Zamunda y tiene que demostrar que puede ser un digno sucesor de su padre, a quien acaba de conocer.

Ahí surge el primer problema, ya que la vis cómica de Jermaine Fowler palidece ante la que tenía Murphy, y el auténtico protagonismo recae sobre él. A su favor que al ser un urbanita fuera de su elemento es algo que capta bien en su interpretación, pero Lavelle es un personaje con el que uno nunca llega a conectar, ni siquiera cuando se utiliza para conectar la película con ciertas preocupaciones de la sociedad actual, y tampoco por el contraste que provoca verle actuar en un lugar con otro tipo de reglas.

Eso también afecta al inevitable romance con el que se acerca su personaje lo máximo posible al Akeem de la primera entrega. Ahí la película incluso llegar a resultar monótona entre lo previsible que resulta todo y la falta de brillo que dan a las acciones sus actores. Ahí es donde el cambio de director debería haberse dejado notar dando aires renovados a la franquicia.

Poco destacable

Por suerte, la cosa se anima más cuando se centra en Murphy, cuyo Akeem ya no resulta tan refrescante por las necesidades del guion, pero al menos conserva cierto elemento juguetón, ni que sea por la situación a la que se enfrenta. Y es que la decisión de traer de vuelta a ese hijo ilegítimo cuya existencia desconocía no está exenta de cierto egoísmo para que él también aprenda algo a lo largo de la película.

Se debe en parte a la amenaza muy presente que representa el personaje interpretado por Snipes, quien se nota que se lo está pasando muy bien dando vida a ese ambicioso militar. Dentro de la controlada tendencia al exceso de ‘El rey de Zamunda’, él es quien mejor sabe moverse en esas aguas, ya que Murphy se libera más cuando vuelve a incidir en esa faceta de interpretar varios personajes en una misma película que justamente inició en ‘El príncipe de Zamunda’ o en los momentos que comparte con Arsenio Hall. De hecho, se echa en falta que sean más.

En eso también se nota algo que aplica a la película en líneas generales. Es todo un poco más loco y descontrolado, como si se quisiera subrayar demasiado las particularidades de la película en lugar de confiar en que la sencillez del contraste sea suficiente. No es que ‘El príncipe de Zamunda’ no estuviera libre de excesos, sobre todo en cuestión de diálogos, pero eso es algo que aquí se mide peor, provocando unos altibajos más pronunciados, estando además más a menudo abajo que arriba.

Por lo demás, hay varios cameos que buscan la complicidad del espectador, ya que algo que se percibe rápidamente en ‘El rey de Zamunda’ es que se busca potenciar el humor en lugar de dejar que fluya. Es cierto que la primera entrega es más mítica de lo que debería serlo por sus méritos reales, pero sí que tiene cierta frescura aún hoy, mientras que su secuela apuesta por el más es mejor sin que la jugada le salga demasiado bien.

En resumidas cuentas

Es raro que una secuela de una comedia merezca realmente la pena y mucho me temo que ‘El rey de Zamunda’ no es una de las excepciones a la regla. Es cierto que se queda lejos de ser una pérdida de tiempo como sucede con otras propuestas similares, pero no aporta nada en especial que justifique su existencia. Como jugada nostálgica le falta más personalidad y su mensaje más renovador está poco inspirado.

Tenaro Rodríguez
  @tenaror

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