Han transcurrido trece años desde aquel fatídico 20 de agosto de 2008, cuando el vuelo JK 5022 iniciaba el despegue hacia una de las mayores catástrofes aéreas que hemos padecido los grancanarios. Desde el primer momento, se tuvo conciencia de la tragedia que originó la muerte de 154 personas, sobreviviendo solamente 19 al fatal accidente.
Este año, ante este monumento titulado ‘Luces en el vacío’, volvemos a recordar a aquellos familiares, amigos y amigas, seres queridos, cuya ausencia ha dejado un enorme dolor, una ausencia inesperada y definitiva, que –sin embargo- se mantiene en nuestras memorias, nuestros sentimientos, nuestro rechazo a olvidar. Y así lo entendió el Cabildo Insular, que promovió un concurso público para que hubiera en Gran Canaria un recuerdo permanente de la isla a sus víctimas. Una obra que ha inspirado a Juan Velázquez e Iván Rodríguez, autores de esta pieza que permanecerá en este espacio, en este escaparate hacia el horizonte.
Fruto de la tenacidad y constancia de las familias y amistades para mantener su recuerdo y el esclarecimiento de los hechos, ha sido el dictamen del Congreso de los Diputados y Diputadas, aprobado hace tan sólo tres meses, por el que se reconoce que hubo un fallo sistémico, responsabilidad de los organismos que gestionan la aviación civil, incluida la Comisión que investiga los accidentes de la aviación civil en nuestro país. Esta victoria moral no da respuesta a la ausencia, a esas luces en el vacío. Pero se traduce en 13 recomendaciones que podrían evitar, en el futuro, situaciones como la vivida aquel 20 de agosto de 2008 que hoy recordamos, porque no podemos olvidar a aquellas 172 personas que volaron sin las garantías de seguridad que deben imperar en el transporte de pasajeros.
Hoy volvemos a ocupar esta calle, la calle de todos y todas, con la mirada puesta en el horizonte. Para recordar unidos a aquellas personas cuyos proyectos de vida, compartidos con muchos y muchas asistentes a este acto, quedaron truncados. Pero su memoria permanece y continuará en sus seres queridos, con una presencia que –como indica el lema del monumento instalado en Madrid- resurge en cada instante: “En algún lugar… siempre en nuestros corazones”. Donde iluminan el vacío que han dejado.