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UN DOMINGO DE JULIO “La Tercera Oportunidad Mundial”

Albert Einstein, padre de la energía atómica, dijo: “hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y del Universo no estoy seguro”. Estoy convencido de que nunca le pasaría por la cabeza que sus descubrimientos fueran utilizados con los fines y objetivos, que hoy de manera certera nos atemorizan, especialmente cuando alguien con poder muestra sin complejos y nivel “pro” de fanfarroneo el lugar en el infinito donde se encuentra el límite de su estupidez. Me viene a la cabeza la frase pronunciada por el escritor francés Ernest Renan “la estupidez humana es la única cosa que nos da una idea del infinito” o la del filósofo Jean Paul Sartre que aseguraba que “hace falta un sol doble para alumbrar el fondo de la estupidez humana”. Si tiramos de citas y referencias históricas sobre la estupidez nos toparemos con una infinita nómina de hechos y protagonistas que nos servirían para ilustrar la presencia de la estupidez en el pasado, el presente y casi sin remedio en el futuro.

 

Sin duda, una invasión o una guerra, se encuentra en el primer puesto del top ten de nuestra estupidez. En estos días no paramos de ver imágenes de la desolación que provoca los efectos de la invasión de Rusia sobre Ucrania. Desolación que en un acto de empatía automático devasta nuestra confianza en la convivencia pacífica (que creemos imperturbable) y que sacude los frágiles pilares sobre los que se levantan las democracias, a pesar de todo, siempre vulnerables. Al fin y al cabo, los hechos demuestran que tan sólo una persona es capaz de pretender merendarse el fundamento democrático de un estado, condenando e hiriendo profundamente las convicciones democráticas de cuarenta y cuatro millones de personas. Con tal de satisfacer la hiperfágia  de un ego insaciable.

 

Hemos visto muchas cosas a lo largo de estos días, destrucción, conflicto, muerte. También hemos visto solidaridad, unidad, perseverancia. Pero sobre todo, contemplamos cada día la peor versión del ser humano, la miseria de la estupidez desmedida. Hemos visto soldados imberbes empujados a luchar en una guerra sin saber por qué. Que lloran cuando hablan con sus madres por teléfono. Madres y padres que lloran a su vez, porque sus hijos han sido obligados a regalar el crédito de su adolescencia a cambio del resto de sus vidas o de la muerte.

 

Hemos visto cómo la policía detenía, junto a 350 manifestantes más, a Yelena Osipova, por manifestar su oposición a la guerra en una manifestación en San Petesburgo. No ha sido suficiente para Yelena, sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial para sentir cómo se cierne sobre la sabiduría que atesora en las arrugas de su piel la amenaza de una tercera. En un lugar en el que hace falta un extra de valentía para significarse.

 

Hemos visto cómo detenían a niños y niñas por decir “No a la guerra”. Niños y niñas asustados encerrados en celdas por reivindicar algo que muchos adultos y adultas no se atreven a expresar, ocultos tras la cobardía y la comodidad. He visto a niños y niñas encerrados en celdas por decir no a la guerra y he visto adultos ponerse del lado del invasor, avivando la llama de las discordias a través de palabras escritas en cuarenta caracteres, borrados posteriormente presos de cobardía. He visto a niños y niñas enjaulados por decir no a la guerra, mientras he visto a mandatarios justificar una barbarie injustificable.

 

Hemos visto que puede ser que nos enfrentemos a una de esas ocasiones en las que “lo mejor no esté por llegar”, por más que nos esforcemos en todo lo contrario. Hace dos años nos enfrentamos a un enemigo común en forma de virus desconocido, ahora nos enfrentamos a otro que retoza y anida en el ego, la estupidez.

 

No hay dos sin tres, la Primera en 1914 y la Segunda en 1939, fueron oportunidades perdidas. Debemos pensar que en 2022 será la Tercera Oportunidad Mundial para demostrar que somos capaces de hablar el lenguaje de la paz. El límite de la estupidez se encuentra donde comienza el diálogo, el respeto, la convivencia, la democracia y la paz.

(Opinión)

Julio Ojeda

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