El pasado fin de semana se celebró en Moya el Primer Encuentro Canario de la Mujer Agraria. Más de medio centenar de agricultoras y ganaderas se dieron cita en unas jornadas de reflexión, debate y reivindicación de los derechos de nuestras campesinas, cuyo trabajo en la tierra y en la familia ha tardado en reconocerse en Canarias y en el mundo. En diciembre de 2007 la Asamblea General de la ONU acordó celebrar cada 15 de octubre el Día Internacional de la Mujer Rural con el objetivo fundamental de reconocer “la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural”.
El encuentro, que contó con el respaldo del Cabildo de Gran Canaria y del Ayuntamiento de Moya fue posible gracias al trabajo de la Confederación de Mujeres del Mundo Rural (CERES) de Gran Canaria. La existencia de esta organización, en la que también están implicadas mujeres jóvenes de nuestros campos, es una prueba de que están dando pasos importantes a favor de la igualdad y que es una evidencia que en un futuro no muy lejano ocuparán el papel protagonista que se merecen. Precisamente el pasado 1 de mayo volvió a abrir la Casa del Queso de Gran Canaria, propiedad del Cabildo, que ha cedido su gestión a CERES. Con la colaboración del Ayuntamiento de Guía esta Casa del Queso servirá para difundir el trabajo de nuestras queseras, con visitas de escolares y turistas y talleres de formación.
En la inauguración del encuentro aproveché mi intervención para agradecer el trabajo que ha realizado en los últimos 20 años la Asociación Insular de Desarrollo Rural de Gran Canaria (AIDER), que desde su fundación contempla la perspectiva de género y el apoyo a la igualdad en las poblaciones rurales de nuestra isla. AIDER ha sido y es un referente en la lucha por los derechos de las mujeres y del medio ambiente. El desarrollo de muchas zonas de nuestra isla que sufrían las consecuencias del abandono de las tierras ha sido posible gracias a la presencia y lucha inteligente y dinamizadora de la gente de AIDER.
Quienes venimos del mundo rural conocemos el papel protagonista de las mujeres en nuestras vidas. Décadas antes del reconocimiento de la ONU, nuestras campesinas ya eran trabajadoras sin horarios. Las veíamos haciendo quesos, dando de comer a los animales, lavando la ropa en las acequias, preparando la comida, fabricando los utensilios con manos artesanas, cosiendo la ropa por la noche, haciendo el pan de madrugada… Las veíamos, pero eran invisibles desde el punto de vista social.
La historiadora Saro Bolaños escribió el libro “Mujer y aparcería”, en el que cuenta el importante papel de la mujer rural en el sureste de Gran Canaria: “Las mujeres son las responsables de la mayor parte del alimento que se produce en el mundo, lo que supone una contribución al trabajo agrícola esencial. Es curioso observar, además, como a muchas mujeres que realizan trabajos dentro del hogar y también fuera de la casa, especialmente en la agricultura, se las siguen considerando desdeñosamente como ‘ayuda familiar’. “ En la aparcería, cuando el dueño de la tierra contrataba a un agricultor sabía que contrataba a su esposa y a sus hijas, pero el sueldo solo iba para el hombre. Una de las invitadas al Encuentro de Mujeres Agrarias, la profesora de Sociología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Nasara Cabrera Abu, manifestó que hasta ahora la mujer del mundo rural ha dedicado al trabajo más del doble de tiempo que los hombres. Sin embargo en el 75 % de los casos las mujeres aparecen como “ayuda familiar” en las explotaciones agrarias, lo provoca que no tengan los mismos derechos que los hombres.
Para cambiar esa situación, en el encuentro de Moya se habló de la creación de un estatuto de la mujer agraria de Canarias, que garantice los derechos sociales y laborales de nuestras campesinas. Derechos tan importantes como la independencia económica o el derecho a una pensión de jubilación. Las mujeres agrarias de Euskadi ya cuentan desde octubre del año pasado con el “Estatuto de las Mujeres Agricultoras” que contempla importantes medidas para garantizar la propiedad o la titularidad compartida de las explotaciones agrícolas, para combatir la discriminación de las mujeres, medidas de conciliación laboral y familiar, de promoción de la salud y de protección frente a la violencia de género o el acoso sexista.
Las condiciones de los contratos, las diferencias de salarios, los cambios del clima o la incertidumbre de las cosechas y de los mercados, golpean con mayor dureza a nuestras campesinas. Aunque hay que reconocer que en Canarias también se han logrado avances gracias a las luchas protagonizadas en Gran Canaria por nuestras aparceras. Hemos pasado de trabajadoras sin salario a otras que son gerentes de bodegas o de queserías que han recibido reconocimientos internacionales, o que tienen un papel fundamental en la creación de cooperativas agrícolas. Se ha dicho que la revolución de las mujeres fue la seña de identidad del siglo XX, pero seguimos en deuda con ellas porque desde el nacimiento hasta nuestra madurez, nos aportan vida, cuidado, lucidez, generosidad, lucha, trabajo y no reciben a cambio el trato igualitario que merecen.
Por primera vez en su historia, el Cabildo de Gran Canaria cuenta con una consejería de Igualdad que quiere poner el acento en las políticas en contra de la discriminación de la mujer. Este encuentro de mujeres agrarias también ha sido una oportunidad para manifestar nuestro compromiso con la defensa de la agricultura. Gran Canaria, su paisaje, su economía, sus costumbres, su folklore, su historia o su identidad, no se entienden sin recordar el papel que el cultivo de las plataneras, de los tomateros, de las papas, de las verduras o de las hortalizas, ha tenido para nuestra organización social, para nuestra vida cotidiana, en el último siglo. Pero no olvidemos que desde la Conquista, nuestra historia se ha contado como la sucesión de sucesivas plantaciones como la caña de azúcar, o el tabaco o la cochinilla que determinaron la forma de vivir de las canarias y canarios durante siglos. La agricultura ha configurado nuestra forma de ser y el Gobierno Insular grancanario está decidido a la recuperación del sector primario y a desarrollar medidas para avanzar en la soberanía alimentaria. No podemos seguir importándolo todo y dejando secar nuestros campos.
La agricultura sigue teniendo una importancia decisiva en economías no industriales como la nuestra, por su contribución sustancial a los ingresos por exportación, al empleo y a la producción de productos de consumo internos. Tenemos unas condiciones envidiables para recuperar la actividad agrícola, para alcanzar ese 50 % que, considera la FAO, debemos conseguir en un territorio insular. De entre ellas destaco cuatro: un clima que nos permite una gran diversidad de producciones; una disponibilidad de agua para riego como nunca la habíamos tenido; mano de obra y empresas cualificadas que pueden garantizar un incremento de la productividad y, por último, millones de consumidores que residiendo en Canarias o visitándonos como turistas pueden preferir nuestros productos a los importados. Me gusta Gran Canaria, una feria extraordinaria en torno a este sector que acabamos de vivir este fin de semana, es además el lema de una campaña que intensificaremos en los próximos días y es un ejemplo que expresa lo que sentimos y lo que creemos.
Trabajamos para conseguir esa ecoisla sostenible que soñamos; un sueño al que se apuntaron la mayoría de los grancanarios y grancanarias que nos mostraron su confianza. El cambio es posible si conjugamos participación, innovación y solidaridad. Quiero mostrar mi agradecimiento a todas las personas que hicieron posible el Primer Encuentro de Mujeres Agrarias, a todas las mujeres rurales que se acercaron a Moya para reivindicar la visibilidad que se les ha negado durante siglos, para (recogiendo los versos de la poetisa Mercedes Pinto de su poema Rebelión) “deshacer torres de prejuicios”, y para “hacer mariposas con las hojas de las leyes antiguas”. Es tiempo de que las mujeres escriban una historia que está llena de tantas páginas en blanco. Porque una historia que ha ignorado a las mujeres, y de forma especial a las de nuestro campo, es una historia que está por escribir.
Antonio Morales Méndez