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Los necesarios contenidos canarios y el Cabildo

Un pueblo que no tiene conciencia de sí mismo, está condenado a ignorarse. Esa es una de las reflexiones de Juan Manuel Trujillo, uno de los intelectuales más destacados de nuestra tierra en el siglo XX, vinculado a las vanguardias artísticas, escritor, editor, secretario personal del ministro José Franchy Roca y esposo de la musicóloga Lola de la Torre Champsaur. Su análisis de la realidad isleña nos muestra esa carencia de conciencia secular de Canarias, el archipiélago que fue poblado por personas cuya  cultura  fue sometida y sepultada por los colonizadores hace casi 550 años. Y se fueron sucediendo después distintos procesos que  moldearon y enriquecieron ese sustrato inicial. Gran Canaria se insertó como gran puerto de escala en el desarrollo de la globalización avanzando pocos años después con la aventura colombina. Esa realidad condicionó nuestra cultura como sociedad atlántica.

Y desde que Juan Manuel Trujillo aportara su visión crítica, no ha cambiado suficientemente el guión en casi un siglo, tras escuchar en el Parlamento de Canarias a los representantes autonómicos dejar en el Diario de Sesiones sus valoraciones sobre el déficit de contenidos canarios en el sistema educativo.

Por ello, considero necesario no pasar página en este debate abierto sobre la importancia de los contenidos canarios para nuestra comunidad. Es una cuestión de defensa propia y colectiva que nos atañe a todos, colectivos y organismos, pero que es de especial trascendencia en el sistema educativo en todas sus áreas de actuación. No es justo culpar a uno de sus estamentos, como se ha hecho recientemente señalando al colectivo docente, de las carencias y fracasos en el conocimiento de nuestra realidad, así como en el compromiso por la defensa de nuestro patrimonio natural y cultural, material e inmaterial.

Probablemente sea el profesorado canario el grupo profesional que más ha adaptado, creado y compartido recursos didácticos y culturales para conservar, apreciar y disfrutar los contenidos que nos singularizan y distinguen como pueblo y que entre todas y todos y durante generaciones hemos generado. No olvidamos que suya ha sido la teorización y la concreción de un modelo de escuela canaria que ha tenido expresiones muy felices y valiosas. Recordemos el acontecimiento que supuso la realización de las Escuelas de Verano como gran expresión de participación y formación del profesorado.

Y menos podemos aceptar la crítica si parte de dirigentes políticos que han llevado las riendas del Gobierno en Canarias durante décadas. Son responsables, por tanto, de la educación recibida por varias generaciones de canarios y canarias, precisamente las que hoy conforman la población activa, tras la jubilación de aquellas personas que fueron educadas en el sistema educativo que estuvo vigente hasta hace apenas 50 años y que  carecía de contenidos canarios.

Desde la asunción de las competencias educativas en 1983 por el Gobierno de Canarias el cambio respecto a las situaciones anteriores ha sido palpable. En unos casos por iniciativa de la administración pública y en su mayoría por la acción de escuelas, colegios e institutos, movimientos de renovación pedagógica, colectivos docentes de investigación e innovación y una infinita y anónima lista de profesionales que han sembrado las ocho islas de iniciativas y proyectos que justifican un agradecimiento y un reconocimiento sinceros.

Pero al mismo tiempo tenemos que reconocer que se ha creado una nueva situación en nuestra realidad social con la presencia de poderosos medios de comunicación, redes sociales y sistemas de información que han desbordado la respuesta que familias y escuelas pueden dar. Si nuestros niños y jóvenes están, de media, tanto tiempo delante de las pantallas digitales como horas pasan en una actividad escolar reglada, es imposible que podamos garantizar la conservación de nuestra habla, el conocimiento de nuestro medio natural y patrimonial y el disfrute de las creaciones que han hecho de nuestra cultura referencia en las artes plásticas, en la literatura, en la música o en la arquitectura.

Este desfase entre los medios que nos ofrece/impone la globalización y las herramientas de las que la mayoría de nuestra gente puede disponer para acercarse a lo general desde lo local, desde lo cercano, no se está abordando con suficiente profundidad y rigor. No se puede prevenir un tsunami como el que nos desborda, con medios rudimentarios o voluntaristas, si se quiere conservar y transmitir las raíces que nos identifican y que nos permiten ser un pueblo con voz propia en el concierto mundial. Y aquí sí hay una responsabilidad política de quienes tienen competencias educativas en Canarias. La necesidad de elaborar un conjunto de recursos del máximo nivel, atractivos, adaptados a las distintas edades y etapas y que recojan la riqueza natural, etnográfica, artística, lingüística, patrimonial, deportiva, histórica que suponen un tesoro que nosotros y la humanidad necesitamos conservar.

La obligación central es del Gobierno de Canarias que tiene las competencias. Cabe preguntarse por qué se entregó al Partido Popular en el pacto de gobierno, la Consejería de Educación, Formación Profesional, Actividad Física y Deportes si se consideraba que la difusión y defensa de los contenidos canarios eran una prioridad. No se conoce ninguna iniciativa que identifique a ese partido con ese objetivo, ni realizaciones donde gobierna en esa dirección. Esta contradicción me lleva a preguntarme si no estamos ante un debate poco sincero y que no responde de verdad a una preocupación real de la mayoría de gobierno actual.

Pero en esta tarea deben arrimar el hombro todas las instituciones y colectivos que de verdad consideran una prioridad la transmisión de los valores culturales canarios. Por eso, el gobierno del Cabildo de Gran Canaria tiene entre sus ejes preferentes de actuación la investigación, conservación y difusión de las riquezas patrimoniales, culturales y naturales de Gran Canaria. Podemos y queremos aumentar esos recursos y las iniciativas que garanticen que el conjunto de nuestra población conozca y valore una realidad de enorme valor. Y así debemos avanzar en colaboración con los 21 municipios de la isla.

En Canarias, una década antes de la muerte del dictador, la percepción borrosa de lo que éramos cambió porque desde Lanzarote a El Hierro tuvimos programas informativos, culturales y deportivos sobre Canarias. Se elaboraban en las islas por el enorme coste que suponía conectar al archipiélago con la señal de Televisión Española en la Península Ibérica. Y la alternativa económica era crear un centro de producción en Canarias que, por primera vez en nuestra historia, hizo concebir la unidad territorial, cultural, social y económica de nuestro fragmentado territorio. Las telecomunicaciones y aquellas pantallas catódicas elaboraron y difundieron más contenidos canarios en unas pocas décadas que ninguna otra iniciativa en toda nuestra historia.

Los programas pioneros (y hoy decanos en España) como ‘Telecanarias’, ‘Tenderete’ (1971) o La Luchada (1985), llenaron una televisión en blanco y negro de encuentros entre gentes de las islas en torno a sonidos amables y cargados de sentimiento. Todo ello a pesar de tratarse del órgano de propaganda, controlado y encorsetado por la dictadura a través del Ministerio de Información y Turismo. Pero, a pesar de las restricciones a la información, el impacto de este nuevo medio de comunicación se hizo notar en el auge de un sentimiento de canariedad que superó las barreras de la isla. Los resquemores del pleito insular dejaron paso a la convicción de que teníamos los mismos problemas pero agravados por la lejanía y la falta de mecanismos de autogobierno, a excepción de los Cabildos.

En esta senda profundizaron también entidades como el Museo Canario, la Escuela Luján Pérez, Radio Ecca o proyectos editoriales como Edirca, Natura y Cultura de las Islas Canarias, Taller JB o el Centro de la Cultura Popular Canaria.

Desde su creación, el Cabildo de Gran Canaria afrontó el reto del impulso educativo y cultural ante la falta de centros educativos, por lo que una de sus primeras actuaciones originó en 1916 el Instituto de Las Palmas de Gran Canaria, (después se convertiría en el Pérez Galdós). La puesta en marcha de la Casa de Colón en 1952 como Museo de Bellas Artes de Gran Canaria, las casas museo de  Pérez Galdós, Tomás Morales, Antonio Padrón y León y Castillo, para profundizar en la figura de isleños universales, el Museo Cueva Pintada, para divulgar el conocimiento de nuestro pasado  o el Jardín Canario en 1952 con su colección de endemismos de nuestra región macaronésica, afianzaron ese reto

En la misma línea aparecen el intento del Cabildo de crear en 1962 la Universidad Internacional Pérez Galdós para dotar a la isla de estudios universitarios, la creación del Plan Cultural de la Mancomunidad provincial que impulsó numerosas  publicaciones de historia, literatura, arquitectura y otras temáticas en su breve tiempo de 1975 a 1978, las becas-préstamo que puso en marcha nuestra Corporación en 1980 para apoyar a los y las jóvenes que se veían obligados a estudiar sus carreras universitarias fuera de la isla, los premios de investigación Viera y Clavijo de Humanidades y de Ciencias que se crearon a mediados de los años 50 del siglo XX para impulsar los estudios sobre temas canarios, los Anuarios de Estudios Atlánticos que edita la Casa de Colón desde 1955,  los Coloquios de Historia Canario Americana o los Congresos Internacionales de Estudios Galdosianos.

El Cabildo también conserva y pone a disposición de la ciudadanía la mayor colección artística de Canarias en sus centros y el próximo Museo de Bellas Artes (Mubea) será la expresión de esta permanente vocación. Sostiene o colabora con fundaciones relacionadas con la naturaleza, o con figuras ilustres de las artes (Kraus, Tomás Morales, Antonio Padrón, Pancho Guerra, etc), el folklore y la etnografía (Nanino Díaz Cutillas, el Instituto Canario de las Tradiciones o la Fedac), así como la política y la ciencia (Juan Negrín).

A pesar de no tener competencias educativas el Cabildo siempre ha apoyado, a la formación profesional, creando escuelas de capacitación agraria (1958) y de hostelería (1962) que abrió el Cabildo en San Cristóbal. Otro ejemplo es la creación de la Escuela de Enfermería (ATS) en 1971, o el Colegio Universitario de Las Palmas (CULP) en 1973, así como un largo etcétera de actuaciones que han tenido la realidad, la tradición y la identidad como objetivos estratégicos.

Estoy convencido de que el cambio de escenario comunicativo y formativo es un reto para trabajar la conciencia de la  canariedad. No para retroceder en el tiempo, sino para avanzar con la conciencia de un pueblo que aprecia su cultura, su naturaleza, su identidad, o para comprender los cambios producidos en la psicología del pueblo canario tal y como nos enseña Manuel Alemán. Porque los contenidos canarios no solo son reconocer nuestro paisaje, sino compartir emoción y sentimiento, raíces y tradiciones, oportunidades y esperanzas, valores y enseñanzas que alumbramos a lo largo de una historia milenaria que nos permitirá ganar el futuro.

Antonio Morales Méndez 

Presidente del Cabildo de Gran Canaria

 

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