Han pasado más de 160 años desde el fatídico 8 de marzo de 1857 en el que 129 obreras industriales de una fábrica textil de Nueva York murieron en un incendio mientras hacían una huelga para reivindicar sus derechos laborales. Por aquel entonces, el movimiento feminista ya contaba con prácticamente un siglo de existencia y en las décadas posteriores se convertiría en uno de los principales motores de cambio político y social.
Siglo y medio después nos encontramos en una época de profundos cambios en la que debemos hacer frente a retos históricos como el de la sostenibilidad. La emergencia climática y la transición ecológica nos obligan a repensar nuestra forma de producir, consumir e incluso de vivir. Y también en este aspecto el movimiento feminista tiene mucho que decir.
La Conferencia de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Cambio Climático, COP26, que se celebró en 2021, ya señaló que a nivel planetario las mujeres son las grandes afectadas por el calentamiento global. Es más, el 80 % de las personas desplazadas en todo el mundo a causa de desastres naturales son mujeres. Además son varios los estudios que demuestran opiniones más favorables hacia la sostenibilidad por parte de las mujeres que de los hombres e incluso mayores tasas de reciclaje. Por otra parte, la masculinidad normativa que promueven los movimientos de extrema derecha tiende a vincular los comportamientos sostenibles con lo femenino o contrario a la masculinidad (como la reducción del uso del coche, por ejemplo).
Históricamente, y más en unas islas con un pasado reciente fuertemente vinculado al mundo rural, las mujeres rurales han sido las principales productoras agrícolas, por ello, son imprescindibles para sostener la seguridad alimentaria de los países y para avanzar hacia la soberanía alimentaria en las islas. Asimismo las mujeres han desempeñado (y desempeñan) un papel fundamental en la gestión, conservación, explotación y aprovechamiento de los recursos naturales como consumidoras y también como educadoras, ya que en gran parte siguen asumiendo un papel protagónico en este ámbito.
La relación entre mujeres y sostenibilidad es tan estrecha que incluso existe una corriente de pensamiento, el ecofeminismo, que propone la integración de ambos movimientos para superar las visión capitalista y patriarcal del modelo de desarrollo y proponer otro que opere en armonía entre las personas y respete las bases materiales de la existencia humana. De hecho los aportes de algunas ecofeministas como Vandana Shiva son fundamentales a la hora de pensar la soberanía alimentaria, por ejemplo.
La investigación y diversos trabajos de campo, en especial en el ámbito de desarrollo, han demostrado que la inclusión de las mujeres en la toma de decisiones mejora la calidad de las políticas y programas ambientales, aumenta la resiliencia de las comunidades frente al cambio climático y promueve la equidad de género en todos los niveles de la sociedad.
Por todo ello, en Gran Canaria, estamos comprometidos con la promoción de la igualdad de género y la inclusión de las mujeres en todas las áreas de la vida pública y privada. Reconocemos el importante papel que desempeñan las mujeres en la sostenibilidad y estamos decididos a apoyar y fortalecer su participación en este campo.
Cuando en 2015 pusimos en marcha la Consejería de Igualdad, lo hicimos también para garantizar que las políticas y programas de sostenibilidad sean sensibles al género y tengan en cuenta las necesidades y preocupaciones específicas de las mujeres. Esto incluye la promoción de un acceso equitativo a recursos y oportunidades, la eliminación de barreras que puedan limitar la participación de las mujeres y la creación de entornos inclusivos que valoren y reconozcan las contribuciones de todos los miembros de la sociedad.
De hecho, en el Marco Estratégico por la Igualdad “Gran Canaria Infinita”, un ambicioso documento que recoge las bases de la política pública de igualdad de la isla, incluye “la sostenibilidad de la vida” como uno de los ejes. Cuando hablamos de sostenibilidad de la vida nos referimos a lo relacionado con la reproducción social y la calidad de vida cotidiana (los cuidados, los tiempos, los espacios inclusivos), etc., que inciden de manera directa en la vida de las mujeres. Es importante dejar de considerar la sostenibilidad como una cuestión medioambiental, porque sin integrar las dimensiones sociales como la perspectiva de género, es imposible avanzar hacia los objetivos de sostenibilidad.
Es evidente que con precariedad laboral, jornadas laborales maratonianas, escasez de servicios públicos o la sobrecarga que supone el trabajo de cuidados no es posible integrar otras dimensiones sostenibles en la vida cotidiana, como llevar una alimentación equilibrada, dedicar tiempo a comprar y cocinar productos locales, consumir de manera más consciente o incluir estas dimensiones en la crianza, por poner algunos ejemplos.
Aprovechando la efeméride del 8 de marzo es necesario recordar que, como sociedad, debemos reconocer que la sostenibilidad no puede lograrse sin el pleno y activo compromiso de las mujeres. Debemos aprovechar su experiencia, conocimiento y liderazgo para construir un futuro más sostenible y equitativo para todos. En Gran Canaria estamos comprometidos a trabajar en colaboración con las mujeres y todas las partes interesadas para responder a los desafíos ambientales que enfrentamos y construir un mundo mejor para las generaciones futuras.
Las mujeres son pilares fundamentales de la sostenibilidad en Gran Canaria y en todo el mundo. Su liderazgo y contribuciones son indispensables para proteger nuestro entorno natural y promover un desarrollo sostenible y equitativo. Por ello vamos a seguir apoyando y fortaleciendo el papel de las mujeres en la construcción de la ecoísla y a trabajar juntos con el fin de construir un futuro más verde y próspero para todos y todas. Es imprescindible para lograr un cambio positivo y duradero que beneficie a nuestra isla y al planeta en su conjunto.
Antonio Morales Méndez
Presidente del Cabildo de Gran Canaria