El Cabildo de Gran Canaria convocó a la sociedad grancanaria el pasado viernes 15 de marzo de 2019, en el Auditorio Alfredo Kraus, para celebrar su centésimo sexto aniversario. Desde hace algunos años ese acto se centra fundamentalmente en reconocer y homenajear a personas e instituciones que han contribuido con su trabajo a hacer posible la isla que queremos. Los pueblos necesitan símbolos, referentes que alumbren y señalen los caminos, y el acto profundizó en la identificación de esos faros que hacen mejor el camino por el que transitamos para forjar sueños colectivos de futuro. Hombres, mujeres y organizaciones sociales propuestas por el Cabildo para ser distinguidas por su aportación a la construcción de la historia de nuestra isla.
Esta sociedad, este sistema de las prisas y lo inmediato, impide, en muchas ocasiones, pararnos a reconocer el valor de personas e instituciones que viven y trabajan a nuestro lado y que tanto contribuyen al bien común. Tenemos que obligarnos siempre a transmitirles la felicitación, el agradecimiento y la satisfacción porque enriquecen nuestro capital social al ponerlo a disposición de todos y todas. Son premiadas y premiados por su valía, pero sobre todo por su generosidad por compartir lo que son y lo que crean.
Tenemos razones para festejarlo. Son la cara visible de una sociedad que progresa a pesar de las contradicciones y desigualdades; de una colectividad plural, innovadora, comprometida, trabajadora, solidaria… Nos llena de optimismo pensar que son hijos de esta tierra y por tanto no serían lo que son, sin una familia, una escuela, un barrio, una empresa, unos amigos, unas organizaciones sociales que los han ido conformando. Se premia a una grandeza personal o colectiva y, a la vez, se proclama que nuestra comunidad genera frutos que la ennoblecen y que debemos persistir en ese camino frente a la violencia, el egoísmo, la cerrazón o el catastrofismo.
Una sociedad sana debe necesariamente reproducir lo que estas personas y colectivos representan para amplificar el modelo y que todos nos miremos en la trayectoria que les ha permitido ser reconocidos como referencias de un pueblo maduro. Junto a los que les han precedido en este Tagoror de la sabiduría, de la implicación social, de la solidaridad, de las artes, de la economía, del deporte, del folklore, de la ciencia, del turismo, del medio ambiente… constituyen una guía, un espejo en el que mirarnos para seguir afrontando la tarea más noble de un ser humano: construir una sociedad mejor.
Son expresión de una isla que no se rinde, incluso en los momentos más difíciles. Tal vez sea esta una característica de nuestra gente, la capacidad de crear, de innovar, de ser resilientes en los momentos difíciles o de falta de horizontes. Nos sobreponemos a las limitaciones de un territorio reducido, aislado, pero a la vez afortunado gracias al empuje de su gente y a su ingenio para convertir en oportunidades el mar, el viento, el sol, las montañas sagradas, el paisaje, la tierra herida y nuestra posición estratégica entre tres continentes.
A lo largo de nuestra historia, los grancanarios y grancanarias hemos luchado permanentemente frente a las dificultades, demostrando pujanza y laboriosidad para mejorar las condiciones de vida de este territorio. Son muchas las personalidades y las entidades, tanto reconocidas como anónimas, que lo han hecho y lo hacen posible. Porque la isla y sus habitantes formamos parte de un mismo ser, una misma raíz e identidad fruto de un constante esfuerzo transformador y de progreso que nos ha conducido a crear unas infraestructuras portuarias, aéreas, sanitarias, turísticas, educativas, asistenciales, culturales, medioambientales y de investigación entre las más avanzadas en el mundo.
El viernes celebramos este aniversario juntos porque el Cabildo y la sociedad formamos una misma realidad. Pocas instituciones han sido más permeables a la hora de representar y liderar los anhelos de nuestra gente. En la construcción de la isla que deseamos es fundamental la participación del Cabildo que hoy defiende como nunca la necesidad de construir su futuro desde una propuesta de ecodesarrollo que busca una sociedad más justa e igualitaria, la potenciación de los valores democráticos en estos tiempos de incertidumbre y un modelo económico sostenible que proteja el territorio y el paisaje, que avance en mayores cotas de soberanía energética, hídrica o alimentaria, que potencie un turismo diversificado, la economía azul, la economía circular…
Con esa certeza de comunidad que a la vez es isla se organizó la primitiva monarquía de Agaldar y Telde, o el reinado de Andamana. También lo entendieron así los primeros colonos de la ciudad-isla que surgió con la conquista. Y fue también común la lucha de toda la isla frente a piratas o en la victoria de 1599 en El Batán por las milicias movilizadas ante un ejército holandés que saqueó e incendió la ciudad. Esta isla ha crecido en una lucha permanente frente a enemigos externos y epidemias o desastres, y en tiempos más recientes, para conseguir infraestructuras educativas, sanitarias, sociales y el autogobierno que necesita y reclama su población.
Nuestra personalidad tiene un carácter atlantista y global, con su vínculo geográfico con el continente africano que nos pobló; la Europa que nos conquistó y la América que nos acogió cuando peor lo estábamos pasando, quizás porque siempre fue consciente de que desde aquí Colón cruzó el “mar tenebroso” y que, más tarde, parte de nuestro modelo urbano se reprodujo después en aquellas tierras.
Pero nuestra identidad sigue en construcción, descubriendo nuevas perspectivas, como indicara Manolo Padorno al considerar la identidad canaria como “una búsqueda constante… hasta ahora los espejos en los que nos hemos mirado, han deformado nuestra imagen, ha estado demasiado lejos, nos ha diluido, es incompleta. Estamos en esa búsqueda”.
Tony Gallardo, en el Manifiesto de El Hierro, reclamaba en 1976 el carácter autóctono de nuestra cultura. Vinculando nuestra universalidad a nuestros orígenes y nuestra solidaridad continental al aislamiento. Una síntesis de los planteamientos encadenados a nuestra naturaleza, nuestro paisaje, nuestro pasado y nuestras oportunidades que se han mantenido a lo largo de los siglos, desde Bartolomé Cairasco de Figueroa (siglo XVI), Antonio de Viana (siglo XVII), hasta José Viera y Clavijo(siglo XVIII), Graciliano Afonso o Rafael Bento y Travieso (siglo XIX). Pero ha sido en el último siglo, coincidiendo con la creación de los cabildos cuando más se ha hecho hincapié en la articulación del discurso sobre el carácter isleño y lo insular. La mejor mirada la tenemos sumando perspectivas como las que nos ofrecen Josefina de La Torre como mujer polifacética y pionera que comparte con Saulo Torón, Tomás Morales o Alonso Quesada el amor intenso por el mar y la naturaleza que nos abraza.
Y debería incluir, igualmente, a cientos de mujeres y hombres que no caben es este texto y que hablan de la riqueza de la cultura canaria. Me acuerdo de Lola Massieu, de Pino Ojeda, de Jane Millares y de tantas otras que nos ennoblecen y trascienden.
Es un tema abordado además desde el debate filosófico y psicosocial con diferentes posiciones y perspectivas. De Benito Pérez Galdós y su visión cosmopolita, a los escenarios opresivos del siglo XIX retratados por Domingo J Navarro Pastrana, o a la imagen de lo isleño recuperada a través de los artistas de la Escuela Luján Pérez, sin olvidar las posiciones sobre la fusión cultural que plantean Juan Rodríguez Doreste y Antonio Lozano, al que hoy rendimos homenaje, o el endémico trastorno del sometimiento planteado por Manuel Alemán.
Son muchas las claves, como hemos visto, para entender nuestra realidad insular, pero entre el centenario que finaliza de la Escuela Luján Pérez y el del artista César Manrique que comienza, debo resaltar la frase que orientó a nuestro lanzaroteño universal, y que tomó de otro grancanario, nuestro inmenso Néstor Martín-Fernández de la Torre, quien tuvo como lema “hacer de la vida una obra de arte”. Como han hecho y hacen estas personas y entidades que recibieron los símbolos de esta isla representados en el Roque Nublo y en el Can, por su contribución a la construcción de esta sociedad insular y las que pasan a ser hijos adoptivos o predilectos por su aportación a nuestra comunidad y como ejemplos de superación.
El Cabildo Insular, hasta en su denominación, es una recreación canaria que responde a la necesidad de autogobierno de unas islas ancladas en medio del Atlántico para las que no se adecuaba la administración peninsular. El tiempo ha dado la razón a quienes inspiraron la Ley de Organización Administrativa del Archipiélago aprobada por el Congreso español el 1 de julio de 1912 por la que se creaban los Cabildos. Durante estos 106 años el Cabildo de Gran Canaria ha sido un instrumento de progreso y modernización indudable de nuestra isla.
Entonces resultó insuficiente para quienes aspiraban a la división provincial. Hoy, con el paso del tiempo, el Cabildo es una institución querida que representa junto a los ayuntamientos, el lugar más cercano donde los derechos, las necesidades y las aspiraciones colectivas encuentran una proyección y una articulación legítima y sentida. Con la creación de la administración autonómica pareció que el papel de la isla se desvanecía. Paradójicamente, ha sido todo lo contrario. El Cabildo vuelve a ser el contrapeso que exige equilibrio, respeto, consideración a los derechos de Gran Canaria. Nuestra sociedad ha estado movilizada durante todo el siglo XX para encontrar el encaje donde se reconociera la pujanza, el dinamismo y el liderazgo que económica, social y culturalmente hemos representado. Déjenme que cite también aquí y ahora, aprovechando que se acaba de cumplir el doscientos aniversario de su nacimiento, al alcalde de la capital de la isla, Antonio López Botas, que desde su “Partido Canario” defendió siempre el lema “Todo por y para la Gran Canaria”.
Con frecuencia, nuestras plazas y nuestras calles se han llenado de gente para reivindicar cambios que permitieran el desarrollo de nuestra isla. La última vez nos encontramos en la exigencia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Hoy hemos avanzado en algunos aspectos, pero subsisten inercias, desconsideraciones, desequilibrios, acaparamiento que no podemos aceptar y que no vamos a silenciar. Porque queremos un trato justo y equilibrado para todas y cada una de las islas.
Esta historia que celebramos es la que nos permite soñar con un futuro que haga posible a nuestros hijos y nietas disfrutar de las oportunidades que se merecen. Aspiramos a una isla solidaria y cohesionada donde reduzcamos las desigualdades y todas y todos podamos vivir en plenitud de derechos. No hay recuperación sin plena inclusión. Tenemos que seguir impulsando políticas y acciones por la igualdad de género que afecten a todas las dimensiones de la vida social, cultural, económica y política. De nuevo nos lo ha recordado la ciudadanía en la calle el 8 de marzo.
Queremos hacer de Gran Canaria una ecoisla de vanguardia y referencia. Tenemos todas las condiciones naturales para serlo. Nuestro desarrollo ha estado ligado a la innovación y al talento. Queremos seguir avanzando de la mano de nuestra Universidad y de las entidades de investigación y desarrollo para que la Investigación al máximo nivel encuentre en Gran Canaria la mejor plataforma para proyectarse internacionalmente. Queremos también ofrecer al mundo las riquezas culturales y patrimoniales que conservamos. Nada nos haría más felices que poder compartir el año próximo esta celebración con la alegría de que Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria hayan sido declaradas Patrimonio mundial de la Humanidad.
Somos un pueblo con identidad porque muchas personas y organizaciones le ponen rostro, relato, emoción y ejemplo. Sus biografías nos obligan a ser exigentes, incansables en la defensa del presente y del futuro de Gran Canaria. Juntos lo podemos alcanzar. Como nos cantó Josefina de la Torre: ¡Mañana, horizonte en niebla/ fiel timón de mi fragata:/hace tiempo que me llegas/con las velas desplegadas!
Antonio Morales Méndez
Presidente del Cabildo de Gran Canaria