Cuando se escucha hablar o se lee sobre la autoestima suele pensarse y entenderse que está relacionada con el egoísmo; con el pensar y actuar en beneficio propio, por interés individual y en detrimento ajeno. Nada más lejos de la realidad. Esta interpretación generalizada acerca de la autoestima difiere un abismo de su verdadero significado.
Autoestimarse es valorarse, es cuidarse y, sobre todo, es amarse de la forma más sana que se merece. Todo obedece a una máxima que parece ser infalible: “lo que se es por dentro, se es por fuera”. Si realmente se tiene un valor y cuidado de sí mismo, en los factores externos, el entorno y el mundo, se reflejarán las mismas cuestiones del estado interno. SI UNA PERSONA ESTÁ BIEN POR DENTRO, LO TERMINARÁ EVIDENCIANDO POR FUERA. Así de simple.
Por tanto, la autoestima es amarse tal cual se es. Esto implica aceptación. Si hay defectos o debilidades, verlas y considerarlas para convertirlas en fortalezas o virtudes. Esto es amarse: Aceptación, equilibrio de los estados psíquicos y emocionales, mejoramiento y transformación. Si verdaderamente alguien se ama, ese amor se podrá expresar en la vida y el mundo.
Los excesos no obedecen a un criterio sano y de amor equilibrado. Ese “yo me amo y me acepto, no tengo nada que cambiar”, es una falta de juicio y estima evidente. Autoestima es cambio, es trasformación constante.
Cuando hay consciencia de que una persona o situación irrita o fomenta un estado de discordia, se podrá “amar” todo lo que se piense o se diga, pero muy sano no puede ser ese amor cuando se está accediendo al daño. Es entonces cuando se debería observar lo que está causando el conflicto para comenzar el cambio positivo.
¿Qué es el ego? De él se piensa lo peor y no es precisamente así. El ego es el instrumento que permite experimentar y recorrer este mundo. Si no fuese por este, no se podría pensar ni sentir, y esta no es la finalidad y tampoco la razón por la que se está aquí. El planeta es un aula para aprender, y significativa parte tiene el ego en ello. Es el “envase” donde se pueden albergar diferentes asuntos que, por lo general, entorpecen el aprendizaje consciente de lo que ocurre y de lo que indiscutiblemente se es en esencia. Para ello hay que saber lo que NO se es, y no se es el odio, las envidias o celos, los orgullos ni las diversas facetas del egoísmo que nutren el ego y deshidratan el alma. El amor no contempla hostigamientos ni sufrimientos.
Es necesario trabajar concienzudamente en la transformación de tales “debilidades” para que puedan potenciarse como fortalezas y virtudes. Es aquí donde entra en juego la autoestima. Es saber lo que no facilita amar en plenitud, verlo, aceptarlo y CAMBIARLO. ¿Sencillo verdad? Pues este es el tratamiento interno a seguir. Amarse sin hacerse daño y no se hará daño a nadie.
Al tenerse un conocimiento del ego, de cómo se muestra, de aquello que le sobra o genera perturbación, se tomará el camino hacia el reconocimiento de lo que se es en esencia: AMOR sano y equilibrado. El ego debería tomar ese camino interno y de amor hacia uno que se terminará manifestando en la totalidad.
David Valentín Torres
Escritor de psicología y filosofía