Cuando Einstein publicó su teoría de la relatividad, numerosos científicos de la época criticaron la propuesta. Actualmente es una esencial fórmula que la física utiliza como modelo para sus investigaciones.
Así ha ocurrido con infinidad de pensadores, científicos y activistas, unos han logrado ser aceptados y otros han sido tachados de “locos” o desinformadores. Si algo no cuadra dentro de un esquema científico, teórico y sistemático, suele ser automáticamente desechado. No importa si la emergencia planetaria requiera de otras visiones o nuevas ideas, cuando existen intereses egoístas de por medio (económicos, de exclusividad personal o corporativa), cualquier mente innovadora es burlada y desestimada.
Es curioso observar que hasta hace unos siglos hubo revolucionarios que cambiaron el mundo y a pesar de haber sido ultrajados, actualmente y con una suculenta población mundial parece que nadie da un palo al agua con sus propuestas. Se deben seguir los criterios establecidos y no ofrecer ni el beneficio de la duda a millones de mentes que podrían darle un giro favorable a los designios del planeta.
A la “locura” de antaño, ahora la llaman conspiración o falsedad. Es evidente que la tierra no es plana, por ejemplo, pero eso no quiere decir que el resto de ideas coherentes, fundamentadas y demostradas con el rigor oportuno deban ser omitidas como si de un simple papel arrugado se tratara.
No todos los planteamientos nuevos son acertados, aunque sí hay muchos que prometen dar soluciones y que, deportivamente, son ninguneados.
La pregunta que deriva de esto es la siguiente: ¿Qué se pierde (o gana) cuando en una caótica situación emergente no se le otorga espacio a la investigación y el análisis de otros criterios no establecidos ni sectariamente estructurados? La duda es también un rasgo del aprendizaje cuando se accede a dar tregua a las bases ideológicas, científicas y morales fuera del radicalismo.
Hay que estudiar propuestas y si algo no tiene lógica ni funciona, habrá otros planteamientos e ideas que sí merecerían la pena tenerse en consideración o, al menos, facilitárseles una base de apoyo para su desarrollo. «Aprender a dudar es aprender a pensar», como lo dijo el poeta y Nobel de Literatura, Octavio Paz.
David Valentín Torres
Escritor e investigador