Cada proceso electoral es un retrato que nos sirve para analizar los cambios sociales y políticos que se producen en la ciudadanía convocada a las urnas. Los resultados de las elecciones gallegas y vascas son significativos para Canarias porque se producen en unas circunstancias que condicionan también nuestro día a día: se celebran después del impacto del Covid, son las primeras tras el gobierno estatal de coalición y expresan directamente el sentimiento de ese electorado tras dos años convulsos en la política española. Para el nacionalismo canario, y fundamentalmente para el nacionalismo canario de izquierdas, es muy interesante el análisis, además, porque en las dos comunidades el fenómeno nacionalista ha vuelto a resultar muy relevante y la confrontación derecha e izquierda se muestra de forma evidente.
Obviamente, en ningún caso se pueden extrapolar mecánicamente los datos ni aplicar de manera inmediata a Canarias porque ni las sociedades son idénticas, ni las experiencias de gobierno son las mismas y mucho menos la conformación de las opciones políticas que competían, porque incluso dentro de lo que podríamos considerar partidos nacionalistas de izquierda hay una enorme disparidad. Pero hay respuestas sociales que sí nos permiten una reflexión útil para aplicar a la realidad canaria.
En las dos comunidades han vencido los partidos de gobierno. Independientemente de la valoración de la gestión, que desconozco en detalle, parece que hay una búsqueda de la estabilidad y la seguridad frente a cambios que puedan generar inquietud. El PP obtiene el 48% de los votos y la cuarta mayoría absoluta en Galicia y el PNV obtiene el 39% de los votos y vuelve a ser la primera fuerza en el Parlamento vasco. Si no hay grandes fracasos siempre un sector importante de la población apuesta por la estabilidad.
Pero, al mismo tiempo, crecen las propuestas alternativas y rupturistas. Crecen las opciones de izquierda nacionalista como respuesta a la crisis social y al aumento de las opciones recentralizadoras o de extrema derecha en el estado. El resultado del BNG es relevante: obtiene el 24% de los votos, con un crecimiento de 13 escaños y de casi 200.000 votos. El BNG recupera casi todo el voto de En Marea que iba en las anteriores elecciones en coalición con Podemos. El crecimiento de BILDU en el País Vasco, con un 28% de los votos, un aumento de 4 diputados y de casi 25.000 votos más, también confirma esta tendencia.
El mapa electoral, que parece estable, evidencia una clara polarización con una propuesta de izquierdas más rotunda y menos centrista. Parece que la exigencia social se canaliza hacia opciones de izquierda que cuestionan el modelo socioeconómico y la salida de la crisis. El PSOE no recoge ese descontento y se estanca en resultados similares a los de la convocatoria anterior.
La izquierda estatal o se estanca, es el caso del PSOE, o en el caso de Podemos desaparece en Galicia o se reduce a la mitad en Euskadi. La izquierda en sociedades con identidad nacional no es capaz de aglutinar este bloque social si no incluye, en un proyecto de transformación real, el desarrollo del autogobierno, los derechos nacionales, los cambios sociales en profundidad y las nuevas inquietudes ligadas al feminismo o la ecología.
Y la propuesta nacionalista gallega, la del BNG, equilibró inteligentemente en esta campaña su dimensión social, feminista y ecologista frente a los contenidos identitarios o soberanistas, lo que le facilitó conectar con el momento de crisis social y desconcierto de gran parte de las clases medias y populares.
Se percibe un debilitamiento del modelo centralista de Estado, incluso el PP es galleguista. En la izquierda gallega hay un 25% de votos que exige el reconocimiento de los derechos nacionales gallegos y por tanto otro modelo de estado. Y no digamos la realidad del País Vasco: hay 58 diputados nacionalistas, incluyendo a los 6 de Elkarrequin Podemos, lo que representa el 77% de la Cámara vasca.
Si trasladamos estos resultados al Parlamento español concluyo que la coalición de gobierno (PSOE + Podemos) es más débil ahora y necesita más que antes el refuerzo de las izquierdas nacionalistas y del PNV. El riesgo de estos resultados es que animen al PSOE a buscar otras alianzas más centristas, bien porque Podemos se debilite o porque la opción más centrista y centralista del PSOE fuerce alianzas “constitucionalistas”. Otro elemento de valoración importante a analizar es que la trayectoria, credibilidad y funcionamiento de los partidos vuelve a condicionar los resultados: los partidos ganadores han visibilizado estabilidad, trabajo por su sociedad, dedicación a los asuntos públicos.
En el caso del Bloque Nacionalista Galego es especialmente relevante la conexión con las organizaciones municipales, con los sectores sociales movilizados y conscientes de la necesidad de cambio. Lo que se comunicaba eran propuestas para la gente y el territorio, no para consumo interno del partido. El mensaje cercano se dirigió a las demandas reales de colectivos y ciudadanos con un contenido alternativo muy visible y a la vez creíble por la experiencia de gestión municipal. Por el contrario, la izquierda centralista que es desalojada del Parlamento gallego se manifestó en permanente confrontación y con un mensaje alejado de las necesidades de la mayoría.
Con esta realidad podemos avanzar algunas conclusiones generales que confirman que hay un deterioro social creciente que está impactando en los sectores más vulnerables de la sociedad y condicionando su comportamiento electoral. Al mismo tiempo, hay unos índices de abstención que expresan una desconfianza de la política y sus soluciones, cuando no un rechazo frontal. Ahí está presente un caladero de votos para la extrema derecha.
El modelo de estado centralista y conservador está cuestionado radicalmente en las sociedades más avanzadas y periféricas y tanto la izquierda como la derecha de estas comunidades lo asumen con rotundidad.
En momentos de crisis, la credibilidad de los partidos, su coherencia, su liderazgo, su estabilidad, adquieren mayor importancia. Se premia a quienes están arraigados en el territorio y plantean propuestas programáticas reales y viables. Las luchas internas de poder y el discurso teórico alejado de compromisos prácticos no se aceptan. Se valora la buena gestión y sobre todo la ausencia de corrupción manifiesta.
En la sociedad gallega y vasca la confrontación derecha e izquierda es relevante. Y sobre todo las opciones nacionalistas tienen un posicionamiento ideológico indiscutible. El Bloque Nacionalista, en el caso de Galicia, tiene una expresión e identidad de izquierdas innegable y fue una de las bazas para atraer al electorado disperso de la izquierda que a su vez tiene conciencia nacionalista. No hay ninguna propuesta interclasista en las dos sociedades.
Con el afán de seguir sirviendo a nuestra gente nos debemos aplicar estas enseñanzas para mantenernos volcados en responder a las necesidades de nuestro pueblo y huir de experimentos sustentados sobre proyectos fracasados. En octubre de 2019 escribí un artículo (Un nacionalismo de transformación o de retroceso) en el que expresé que “el nacionalismo canario debe ser progresista y también debe mirar al futuro, tener capacidad para abrirse a la sociedad, ser permeable a las demandas de los movimientos sociales y ser capaz de acoger las sensibilidades de las nuevas generaciones. Además de liderar las cuestiones que han caracterizado a este movimiento político con amplio arraigo en el archipiélago (defensa del autogobierno y las singularidades de Canarias) tenemos que ser capaces de renovar el discurso e integrar las reivindicaciones de mayor equidad social, de la dependencia y los cuidados, de la igualdad entre hombres y mujeres y de la emergencia climática. Y en esto, sin duda cabe mucha gente progresista”.
Y afirmé que “creo que, en medio de la incertidumbre política en la que vivimos, si somos capaces de articular nuestra propuesta desde la coherencia y la ejemplaridad que nos proporciona la experiencia en un gran número de gobiernos municipales, insulares así como del autonómico, vamos a ser capaces de conectar con el sentir de una gran parte de la sociedad y convertirnos en la referencia de un gran número de canarias y canarios progresistas que aman su tierra”. Y hablo, además, de exigir un trato equilibrado y el cumplimiento de los derechos alcanzados, pero gestionando bien, administrando con rigor, rindiendo cuentas… El empeño de querer “reunir” en Canarias a una opción política de derechas, que ha ido derivando hacia posiciones regionalistas (CC), con una opción de izquierda nacionalista (NC), para insistir en una experiencia frustrada, no puede ser el camino.
Parece evidente que sigue existiendo en la sociedad española, especialmente en las nacionalidades históricas, una pulsión de cambio democrático, que reclama un Estado menos centralizado y centralista y mayor bienestar social. Ese espacio que en 2014 fue capitalizado por las fuerzas de nueva creación hoy parece estar representado por las fuerzas nacionalistas de izquierda de muy diverso tipo en función de cada uno de sus territorios. Aunque aún es pronto para afirmarlo con rotundidad, podemos estar ante la apertura de un nuevo ciclo político en el que los nacionalistas progresistas jugarán un papel relevante no solo en la gobernabilidad de nuestros territorios sino en la gobernabilidad y democratización del conjunto del Estado. Pero para ello es necesario presentar un proyecto atractivo para ese electorado, arraigado, coherente y nítidamente progresista.
Antonio Morales Méndez
Presidente del Cabildo de Gran Canaria