- Tortugas envueltas en plásticos y redes y cetáceos que mueren por tóxicos y basuras reflejan el impacto humano en los océanos
- Cerca de 2.000 pollos de pardela desorientados por la iluminación nocturna chocaron con infraestructuras en tierra
- Todas las tortugas que llegan al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo presentan plásticos en su interior
Las Palmas de Gran Canaria, 27 de agosto de 2020.- El impacto humano en los océanos se manifiesta de forma cruda en Gran Canaria, donde el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo atiende cada año a una media de 40 tortugas que llegan envueltas en redes, cabos, rafias y plásticos y a una quincena de cetáceos que en su caso suelen varar ya muertos y con síntomas de impactos de embarcaciones, enfermos por acumulación de productos tóxicos o afectados fatalmente por la masificación de basura en el estómago.
Esta realidad obliga a contar con el apoyo de la población y de todas las entidades, motivo por el cual el Cabildo impartió hoy un taller para 9 integrantes del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria sobre los protocolos de salvación e intervención a seguir cuando se encuentran con animales del medio marino accidentados, desorientados o ya fallecidos.
En el caso de los ejemplares que aparecen vivos y todavía tienen una oportunidad, el Cabildo ilustró a los miembros del Consorcio sobre procedimientos de captura y los protocolos de mantenimiento del animal mientras se presentan en el lugar los especialistas del Centro de Recuperación.
Los cetáceos más frecuentes que se malogran en las costas de Gran Canaria son los delfines, tanto mulares y moteados como los comunes, aunque ocasionalmente se dan episodios protagonizados por algún rorcual o cachalote que arriban por lo general ya muertos al litoral, cuando ya lo único que puede hacerse es retirarlos por salubridad y dejar paso a la investigación de las causas de su muerte.
Cuando se avista la presencia de un cadáver flotando en el mar hay que retirarlo con la mayor celeridad para evitar además percances en la navegación marítima, paradójicamente una de las causas más habituales de heridas potencialmente mortales para los cetáceos.
En cuanto a las tortugas, la totalidad de las que llegan al Centro de Fauna presentan plásticos en su estómago y, al margen de la treintena que son tratadas de media cada año en las instalaciones del Cabildo en Tafira, se constata la muerte de al menos otra decena por año, probablemente apenas una porción de la mortandad real en aguas insulares. En su caso, se enredan en plásticos, redes, rafias y cabos que muchas veces acaban rodeando por completo al animal, cuya imagen se convierte en una metáfora de la contaminación que padecen los océanos.
Un ave tan atlántica y propia del paisaje natural e histórico de Gran Canaria y Canarias como la pardela también sufre en sus carnes las contradicciones de las luces del progreso.
El pasado año el Centro de Fauna constató que al menos 2.000 ejemplares de pardela recién salidos de nido chocaron contra viviendas, hoteles, farolas y múltiples infraestructuras en su primer o primeros vuelos nocturnos, porque se desorientan con la iluminación artificial y en lugar de adentrarse en el mar lo hacen en tierra y su vuelo queda interrumpido bruscamente por un golpe que en el 95 por ciento de los casos se salda con su desorientación, una exploración superficial y su suelta.