- Se trata de la Cueva de los Canarios en Guayadeque, donde han sido identificados restos de 169 personas, pero fueron enterradas más
- Los perros accedían a los fardos recién depositados para alimentarse también en Arguineguín y otros puntos
- Teodoro Sosa confirma que el Cabildo abordará la siguiente fase del estudio arqueológico de los restos
- “Los huesos apenas han comenzado a hablar”, afirman los arqueólogos
- El estudio del comportamiento de los perros será una futura, delicada e interesante fase de estudio, aseguran
Estos restos pertenecen al menos a 169 personas, mientras que en el Cementerio de Maspalomas se identificaron 153 y los siguientes en volumen hay que buscarlos en El Hierro con 135 en Punta Azul y La Laura, que no llega al centenar, así que este yacimiento de Guayadeque, al que hay que escalar siete metros para acceder, ofrece el mayor repertorio humano de aborígenes encontrado hasta el momento en Canarias.
Los huesos recuperados atesoran información valiosísima y apenas han comenzado a hablar, de modo que el consejero de Presidencia, Teodoro Sosa, confirmó que la Institución insular abordará la siguiente fase del estudio de los restos de esta cueva de 17 metros de longitud.
El arqueólogo insular Javier Velasco y la historiadora de Tibicena Verónica Alberto definen el yacimiento como un depósito funerario excepcional, prácticamente un regalo, que no solo hay que conservar, pues los huesos corrían peligro de desaparición, sino investigar para que cuenten la historia que atesoran, ya sea de hábitos como acuclillarse y sus enfrentamientos, o de sus enfermedades y momentos críticos, pues hay picos de fallecimientos al año y medio –época del destete y cambio de alimentación-, a los cuatro años y otros momentos, así como la incidencia de infecciones y enfermedades por consanguineidad, pues la misma comunidad, formada por mujeres y hombres de estaturas entre 1,52 y 1,72 metros, vivía y se enterraba en este lugar.
El primer objetivo de la intervención ha sido precisamente proteger los huesos de un daño irreparable, sin embargo los que permanecen sepultados, en la medida en la que no corran peligro, deben permanecer en su lugar, mientras que el resto permitirá asomarse a los primeros siglos después de Cristo, datación que será concretada en la segunda fase.
Enfermedades y preparación de cadáveres
Entre los restos de este interesante yacimiento no faltan los fragmentos de fibras vegetales como el junco ni restos de piel de animal para envolver los cadáveres, así como varas de madera.
Los juncos eran usados para confeccionar esterillas y sogas trenzadas, mientras que la piel, también fragmentada, provienen de las envolturas y ataduras que usaban para enfardar los cuerpos.
Asimismo, se recuperaron numerosos fragmentos de madera, en su mayoría varas de distintas especies leñosas que muestran formas y dimensiones homogéneas utilizadas para darle rigidez a los fardos dentro del paquete mortuorio, muy homogéneo y verdaderamente compactado.
Y hay más hallazgos, por ejemplo la presencia de pequeñas concentraciones de una sustancia similar a la resina del pino, que al alterarse produce una materia semitraslúcida de color oscuro llamada ‘brea’ que aparece adherida tanto a los huesos como a los restos vegetales y piedras del suelo de la cueva.
Dado que el conjunto ha sido frecuentado desde finales del siglo XIX, ello ha desencadenado que no solo se altere el orden de los restos óseos sino que se pudo extraer algún fardo funerario o piezas esqueléticas. También hay problemas con las fracturas de los huesos por pisadas humanas o piezas deterioradas debido a las condiciones medioambientales.
Guayadeque es y seguirá siendo en cualquier caso una mina arqueológica que arroja como hipótesis que el enterramiento colectivo en cuevas pudo ser una fórmula para perpetuar los vínculos de la comunidad con sus finados, pues seguían siendo parte de la sociedad, solo que al morir se convertían en antepasados.