Ha pasado más de un año desde que la OMS declarase la covid-19 como una pandemia, y un año después, el maldito virus ya ha dejado 3.407.283 casos confirmados y 76.981 seres queridos fallecidos en nuestro país. El pasado 27 de diciembre comenzó, en España, las más importante y ambiciosa campaña de vacunación. Un hito sin precedentes en nuestra historia. A todas luces, una noticia positiva que nos da un halo de esperanza y sosiego ¿verdad?
Pues bien, llegados a este punto, nos encontramos con que el miedo a la vacunación es mayor que el miedo al propio virus. Lo que demuestra que algo no se está haciendo bien. El miedo a la vacuna de AstraZeneca, que ha provocado alarma social y cancelaciones de citas, está generando no solo un retraso en la campaña de vacunación que afecta a trabajadores en ERTE, empresarios y ciudadanos que no pueden hacer una vida normal, sino que fomenta y alimenta los argumentos de antivacunas y negacionistas que aprovechan la más mínima oportunidad para desinformar, generar alarma social y lanzar bulos en redes sociales.
Un peligro de magnitudes desconocidas y calado abismal que ponen en riesgo a las sociedades modernas. Todo ello, unido a los cambios constantes de criterio de las organizaciones responsables y una nefasta política de comunicación política, expandido de manera exponencial por los medios de comunicación que, en su afán de cumplir con el derecho a la información, convierten en noticias las anécdotas, dotando de más argumentos a las teorías conspirativas, para regocijo de unos pocos y miedo colectivo entre la mayoría.
¿Quiero decir con esto que los medios de comunicación tienen la culpa del aumento al rechazo a la vacunación? No, por favor. Y hacer esa lectura me resultaría impropio de lectores tan ávidos como usted.
Me refiero a que todos tenemos la obligación de no generar una alarma social injustificada y que se debe poner toda la información en su verdadero contexto. Recientemente organizaciones de profesionales sanitarios se han unido para crear la Alianza contra los Bulos en Vacunas, que persiguen combatir la proliferación de desinformación en redes sociales.
Dicha alianza ha informado que el riesgo de trombos es de un 0.0004% al inmunizarse con la vacuna de AstraZeneca frente a un 0.05-0.12% al tomar la píldora anticonceptiva, un 0.18% en fumadores y un 16.5% al infectarse por COVID, y que los controles de seguridad de las vacunas son mucho más intensos que los de cualquier medicamento. Y sus efectos secundarios, mucho menos frecuentes, según datos de la Agencia Europea del Medicamento.
Para entendernos, la probabilidad de que usted sufra un trombo con la vacunación es la misma de que le caiga un rayo. Y usted, querido lector, siendo tan avispado como es, me dirá que hay gente a la que le ha caído un rayo. Sí, cierto, pero por eso ¿ha dejado usted de salir a pasear al campo?
La campaña de vacunación se acelerará en las próximas semanas, y es por ello que la comunicación transparente y clara de las autoridades, profesionales sanitarios y medios del quinto poder sobre sus efectos adversos es clave no solo para dar seguridad sobre estos tratamientos preventivos, sino también para controlar el miedo. Aunque este sentimiento sea libre, como el viento, podría ser perjudicial si desencadena efectos adversos que resientan las campañas de vacunación.
Christopher Rodríguez.
Técnico en Administración de Empresas.
Escritor, autor de la novela “El Lince”. Mercurio Editorial. Año 2020.