Todos recordamos lo que estábamos haciendo aquel 11 de septiembre de 2001, a las 14:45 horas (hora canaria). Acababa de almorzar y estaba sentado frente al ordenador. Me disponía a escribir algún post para el que fue mi primer blog que se titulaba “Detrás de unas gafas”. Un título que, por cierto, siempre he pensado en recuperar.
La radio cortaba su programación habitual para anunciar una noticia de última hora. Una avioneta acababa de estrellarse contra la torre norte del World Trade Center de Nueva York. El equívoco duró apenas unos instantes. Apenas los quince minutos que tardó el segundo avión en estrellarse en la torre sur.
La cruda realidad, en ese momento, se impuso como la coz de un burro en el estómago. En ese instante vimos y oímos, y no sé si comprendimos del todo que el mundo iba a cambiar para siempre.
Esas imágenes del terror fueron tan potentes, tan inesperadas, tan nítidas, que provocaron una especie de colisión entre la realidad y la ficción, entre lo que parecía cinematográfico y la más cruda y horripilante realidad. Una brutal representación icónica del inicio del siglo XXI
Todo eso que parece que ocurrió ayer, pues las imágenes no han perdido ni un ápice de crudeza, es algo que nos marcó hace veinte años y si nos paramos a reflexionar, y echamos la vista atrás, nos damos cuenta que el mundo cambió, pero todo sigue igual.
La inestabilidad, la polarización y el odio siguen tan presentes como aquel día en el que el mundo se estremeció. Que en Afganistán vuelven a mandar los que estaban y que el mundo sigue siendo ese maravilloso planeta azul del que muchas veces nos queremos bajar.
El 11 de septiembre de 2001, dos mil novecientas noventa y seis personas perdieron la vida y a esas víctimas les seguirían las de Madrid, Londres, Bruselas o París. Ese día comprendimos que el terror también llama a nuestra puerta cuando menos te lo esperas.
Gardel decía que veinte años no es nada, pero también es tiempo suficiente para preguntarse ¿Cuánto vale una vida? ¿Acaso hemos aprendido algo? ¿Es ahora el mundo un lugar mejor donde vivir?
Christopher Rodríguez
Técnico en Administración de Empresas.
Escritor, autor de la novela “El Lince”. Mercurio Editorial. Año 2020