Vergonzoso, indecoroso, bochornoso, y así podríamos seguir usando un sinfín de calificativos para describir lo pasado en el hemiciclo. Lo que se pretendía como una votación reñida para sacar adelante la reforma laboral por parte del PSOE, se terminó convirtiendo en un patio de parvulitos, donde los gritos, los abucheos y el olor a mediocridad se hicieron dueños del lugar.
La escena fue de infarto, el resultado, de incredulidad. Cuando la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, anunciaba que la reforma había sido “derogada”, los vítores de la bancada de la derecha explotaban en júbilo. Lo habían conseguido, no saldría adelante. Una alegría que les duró poco, ya que, 35 segundos después, la propia Batet volvía a tomar la palabra y a enmendar su error: “La reforma ha sido aprobada”, rectificó.
“Tongo”, “pucherazo” y otras perlas empezaron a salir de la boca de varios miembros de la cámara al conocer el resultado. Al parece, el error de Alberto Casero, diputado del PP, había permitido que pudiese salir adelante esta nueva enmienda. “Ha sido un error del sistema”, decían unos; “queremos que no se tenga en cuenta y se repita la votación”, exigían otros. Y, mientras tanto, la ciudadanía española asistía a uno de los momentos más ignominiosos desde hacia mucho tiempo.
Es costumbre que los partidos, y más si están en la oposición, tumben todas las propuestas de aquellos que gobiernan. Sí, nos hemos acostumbrado a que todo lo que digan unos, sea criticado por los otros, pero sin que den una solución a cambio. ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo en beneficio de la población? Al parecer, sí.
La política se creó para que ayudara al pueblo, para crear una sociedad justa donde todo el mundo tenga un buen trabajo, una casa, formar una familia si es su deseo, pero no, hoy en día, y con el circo que hay en el Congreso, la duda ya no ofende. El hecho de que aparezcan propuestas en la mesa, y que, constantemente, los demás grupos las desechen si tan siquiera buscar una solución para mejorarla, es un claro ejemplo.
Estamos cansados. Hartos de todo lo que está pasando. Se sobreentiende que las personas que están en los puestos de gobierno son las más cualificadas, las que nos van a ayudar si tenemos problemas, pero ¿cómo lo van a hacer si solo buscan el beneficio propio y el de su partido? ¿Es tan difícil sentarse y hablar hasta llegar a un acuerdo? ¿No es eso la democracia?
Pero no nos desviemos del tema, no vaya a ser que nos demos cuenta de que nuestra clase política es un chiste y nos llevemos las manos a la cabeza. La reforma laboral estaba apoyada por sindicatos y patronal, los principales protagonistas de esta historia, entonces ¿por qué tanto problema? Ya no es entrar si beneficia o no, eso es cosa de cada persona el valorarlo; es darse cuenta de que, desde hacía mucho tiempo, no había un consenso entre estos dos bloques; y que, cuando lo hay, todo parece ir en contra.
Da la impresión de que la noticia de una reforma laboral por parte del Gobierno a la que planteó Mariano Rajoy en 2012 ha llevado a una frivolidad política que rebaja un acuerdo tan trascendental como este y lo deje en una nimiedad. Al parecer, tener un buen trabajo, con un buen salario y condiciones no es importante para la economía de este país.
El propio Pablo Casado, presidente del PP, ha comparado lo sucedido en la votación con un “atropello democrático”, según palabras del líder popular, y ha dejado claro que llegará hasta el final, es decir, hasta el Tribunal Constitucional. De hecho, no se ha quedado atrás y califica a Sánchez como “el rey Midas de la degeneración”. Pues menos mal que es una persona educada, culta y con estudios, o al menos los que puede probar que ha hecho, aunque eso de saber perder lo lleve mal.
Ojo, no es el único. Todos sabemos que Twitter es el Olimpo de las declaraciones de nuestros gobernantes, así que Vox también entra a formar parte de esta marabunta de quejas y gritos de fraude. La derecha está ardida, sorprendida, pero, sobre todo, herida, que no muerta. Que salga esta reforma y que, para más sorna, este apoyada por patronal y sindicatos no gusta ¿y qué se hace cuándo algo no gusta? Intentar eliminarlo.
Los días pasan, las reacciones sobre lo sucedido siguen saliendo de debajo de las piedras y los que realmente importan, la clase obrera, no ven cambio ninguno en su rutina de trabajos mal pagados, con horarios abusivos y ambientes laborales nocivos. Como dijo el novelista Louis Dumur: “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”. Ya solo nos queda esperar a que todo llegue a un final. Lo de que sea fatídico o no está por ver.
Aura Padilla