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UN DOMINGO DE JULIO “Dando vueltas al sol”

Con el kit playero al completo me planto cerca de la orilla donde la cercanía del mar me regala la fresca brisa y donde el aroma salado es más perceptible. El sol comienza con su invariable ritual de despedida, aunque se esconda tras las nubes. Primero ocultándose tímidamente tras los pinos que separan el aparcamiento de la playa y después desapareciendo tras el contorno de la montaña cubierta de apartamentos, atiborrados de personal deseoso de la desconexión de semana santa.

 

La playa que, hasta hace bien poco, se encontraba repleta de toallas, bañistas y complejos efímeros construidos a base de sucesiones de sombrillas, va dejando a la vista cada vez más arena. Los gritos infantiles comienzan a perder la batalla en la que se va imponiendo el rumor del mar, hoy en calma. En las duchas se agolpan decenas de personas dispuestas ha deshacerse hasta del último grano de arena incrustado en sus cuerpos y sus complementos playeros. Y aprovechan para pasar revista, a modo de inventario, de la comitiva playera, no sea que algún despiste prolongue la estancia involuntaria de algún pequeño bañista en la playa.

 

Tan sólo quedamos algún rezagado que aprovecha la tranquilidad del final del día para darse un reconfortante baño en desnudez, algunas palas que acompasan el paso del tiempo con el impacto de las pelotas sobre la superficie, dos equipos que juegan a lo lejos al fútbol, dos o tres caminantes que cierran el día con los rostros anaranjados por los últimos rayos de sol ensimismados en sus pensamientos. Y yo, pertrechado con mi libro y observando, con distancia, la estampa de esta tarde playera.

 

Un balón huérfano acude en mi dirección, disminuyendo su velocidad conforme se acerca. Finalmente ha perdido fuelle y no ha podido escalar la ligera pendiente sobre la que me encuentro. Ensimismado con el movimiento del balón fui incapaz de reaccionar y devolverlo de un chute a los regates de los que había escapado. También es cierto que de esa intención hubiera podido resultar que acabara aún más lejos por mi falta de pericia. No obstante, no tardó en llegar quien se encargara de despejarlo con fuerza, tras saludar, silbar y levantar la mano, hasta el torcido rectángulo de juego presidido por cuatro cholas (dos a cada extremo) de al menos un 46 de pie.

 

El movimiento del balón me llevó a pensar en la tierra y el sol. Giran y nosotros con ellos. Nos vamos curtiendo en cada giro, nos hacemos más sabios a la vez que más vulnerables. Vamos perdiendo vergüenza a la par que vamos aprendiendo a respetar los miedos. Aceptamos que el mismo sol saldrá siempre y que la tierra tarda un año en darle la vuelta. Concretamente 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, es el tiempo que emplea La Tierra en completar esa vuelta alrededor del Sol. Así en cada vuelta culminada vuelve a ponerse a cero el cronómetro con el que medimos las expectativas, los sueños, los fracasos y los miedos. Hay quienes afirman que cuando cumples años el sol vuelve a estar exactamente en el mismo lugar que cuando naciste.

 

Con cada vuelta al sol aumentan proporcionalmente los asteriscos en los resultados de las analíticas, la presbicia anuncia el cansancio de nuestra vista y cada vez echamos de menos a más personas. Aun así, con cada vuelta al sol aumenta la sabiduría para ser capaces de convertir los asteriscos en nuevas oportunidades, la presbicia nunca afectará a nuestra capacidad de disfrutar con nuevas ilusiones, al fin y al cabo, las ilusiones sólo son visibles de lejos. Y construir recuerdos sin ausencias.

 

Es indudable que el paso del tiempo nos cambia, por fuera y por dentro, eso no es malo ni bueno, simplemente es. Pero lo que no ha cambiado en infinitos años es que el sol no ha dejado de iluminar ni un solo día de oriente a occidente. Lo hacía cuando no estábamos y lo seguirá haciendo cuando ya no estemos. Y nuestra misión debe ser la de dejar una tierra en la que los rayos del sol iluminen un mundo mejor.

 

Hay quienes dan vueltas al sol, quienes atesoran primaveras, quienes suman meses de abril. Hay quienes simplemente cumplen años. Y todos y todas seguiremos dando vueltas al sol.

 

Julio Ojeda (Opinión)

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