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Salteadores de caminos.

Cuando estábamos encerrados en casa, en pleno confinamiento por un virus del que no sabíamos nada, escuchábamos constantemente que de esta situación íbamos a salir siendo mejores personas.

 

Que todo esto que seguimos sufriendo hoy día nos haría cambiar como sociedad y que valoraríamos como se merece el tener una sanidad pública que nos proteja y un Estado del Bienestar que vele por quienes menos oportunidades tienen.

 

Pero dos años después hemos salido siendo los mismos. Más viejos pero los mismos, al fin y al cabo. Unos cuantos carroñeros forrándose de millones de euros del erario público y un montón de gente que apenas llega a final de mes pagando la cuenta de la fiesta.

 

Da igual que haya una pandemia mundial, una guerra, una ola de calor o una tormenta de arena sahariana. Los salteadores de caminos siempre estarán ahí, ojo avizor para hacer una llamada de un millón de euros con el que traer mascarillas, gafas de sol o kufiyas con las que surtir al personal. Porque no hay nada más patriota que hacer negocios con las miserias humanas previo pago de suculentas comisiones.

 

Alberto Luceño y Luis Medina son ejemplos claros de lo que el neoliberalismo más salvaje puede llegar a engendrar: Personas egoístas, sin escrúpulos ni empatía capaces de hacer lo que sea para alimentar su individualismo.

 

Sin embargo, Alberto Luceño y Luis Medina, a quienes no podremos llamarles delincuentes hasta que no haya sentencia firme, pero sí podemos llamarles indecentes por los hechos probados, han conseguido, a diferencia de otros, lo que no se veía en nuestro país desde la consecución del mundial de fútbol de 2010: unir a todo el país, de nuevo, bajo una misma bandera. Esta vez, la del asco y la vergüenza ajena. Luceño y Medina son los Fábregas e Iniesta de la obscenidad celebrando el golazo que acaban de meter mientras se quitan la camiseta para mostrar el mensaje “Pa´ la saca”.

 

Pero no les bastó con eso. Para dejar el listón del patriotismo bien alto, en cuanto han podido, se han gastado el dinero en coches italianos, ingleses, alemanes y austriacos. Es verdad que se podían haber comprado un Seat Arona, pero ellos son comisionistas, no una familia de San Mateo que les acaba de tocar el Euromillón. Ellos son de apostar por la calidad. Siempre y cuando no los vendan ellos, por supuesto.

 

Como decía unas líneas más arriba, la pandemia no nos ha cambiado. El individualismo y el narcisismo siguen empapando a nuestra sociedad, contaminando e impregnando todo lo que toca. Y es ahí donde tipos como Medina y Luceño se sienten cómodos y seguros para actuar con total impunidad. Lo vemos cada día, en cada instancia de nuestra sociedad. Es un mal endémico que, tras la pandemia, parece estar en peligro de extensión.

 

Christopher Rodríguez.

Técnico en Administración de Empresas.

Escritor, autor de la novela “El Lince”. Mercurio Editorial. Año 2020.

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