En la década de los setenta, en nuestro país se hizo muy popular una prenda que terminó por convertirse, no solo en un referente de las pasarelas callejeras de la época, sino que se convirtió en un elemento distintivito de una forma de pensar, de actuar y de cambiar una sociedad que iba saliendo de la España en blanco y negro. Sí estimado lector, estoy hablando de la chaqueta de pana.
El “terciopelo de los pobres” formó parte de una época grabada a fuego en la retina de los españoles y acompañó a una generación de políticos que modernizó España, propició grandes avances sociales, situó a nuestro país en el corazón de Europa y lo proyectó internacionalmente. La chaqueta de pana fue, sin duda alguna, sinónimos de conquistas sociales.
De las chaquetas de pana se pasó a las hombreras de los años ochenta. Y así, todos los que hemos nacido al calor de la democracia, y aquellos a quienes nos resultaron familiares las hombreras, crecimos con la comodidad de la herencia recibida. Se fueron apuntalando derechos y conquistando otros nuevos, pero siempre con la firme e incuestionable convicción de que los derechos sociales son inquebrantables.
Nada más lejos de la realidad. La burbuja de paz y quietud en la que plácidamente hemos convivido en los últimos tiempos se desinfla. La inestabilidad global, la polarización y el auge del fanatismo que creíamos sepultado desde el 30 de abril de 1945, hace que hasta las conquistas sociales estén en peligro.
La decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de revisar la doctrina “Roe vs Wade” por la que, desde 1973, es legal la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 23 semanas, puede hacer que el aborto en el país de las libertades pueda ser prohibido. Todo un terremoto político cuya onda expansiva ya empieza a sentirse en otros países.
En España, sin ir más lejos, los entusiastas del saludo romano han salido públicamente a apoyar una medida de similares características y a anunciar que llevarán las competencias autonómicas a sus límites, para impulsar modificaciones que limiten la interrupción de un embarazo. Envalentonados porque el PP no pone freno a su ideario reaccionario, están intentando renombrar conquistas sociales con nuevas etiquetas para presentarlas como algo negativo. Tras una retórica barroca y una puesta en escena desmedida, lo que se esconde es la firme intención de cercenar derechos fundamentales.
Empieza a ser necesario que la generación que ha vivido de la herencia de las conquistas sociales se mentalice: Los derechos se conquistan un día, pero se preservan todos. Dicen las personas entendidas en moda que para el otoño vuelve la chaqueta de pana, pero son tantos sus regresos, que realmente la pana nunca ha acabado de irse.
Christopher Rodríguez.
Técnico en Administración de Empresas.
Escritor, autor de la novela “El Lince”. Mercurio Editorial. Año 2020.