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Niños y niñas de hasta 12 años participan en las actividades estivales gratuitas convocadas por el Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada y la Casa-Museo Antonio Padrón, los centros museísticos del Cabildo de Gran Canaria en la ciudad de los caballeros
La marea del verano infantil en Gáldar tiene dos destinos museísticos donde refrescar a la gente menuda. En el Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada en Gáldar, durante los meses de julio y agosto, niños y niñas de entre 4 y 12 años tienen la oportunidad de conocer la arqueología y aproximarse a la historia que atesora este yacimiento de una manera lúdica y creativa. Por su parte, en la Casa-Museo Antonio Padrón-Centro de Arte indigenista, las nuevas generaciones pueden acercarse por primera vez a la obra del pintor galdense más innovador. Los talleres estivales en ambos centros museísticos que gestiona la Consejería de Cultura del Cabildo de Gran Canaria son gratuitos y cada año se convierten en una de las actividades más solicitadas del verano norteño.
El indigenismo de Padrón, a ritmo de hip-hop
Marcos es uno de los niños más pequeños de los ocho que conforman el turno de agosto de los talleres ‘Verano en el museo’, organizados por la Casa-Museo Antonio Padrón, el centro de arte dedicado al arte indigenista en Gáldar. Con la emoción reflejada en unos enormes ojos azules revela un secreto que en realidad tenía que ser desvelado al final del día: “He traído chupa-chups para todos”, se le escapa. Es la tercera y última jornada que pasará con sus compañeros y le ha pedido a su madre la licencia para que el recuerdo de la experiencia sea memorable.
Mientras tanto, Cristina Cabrera, con la ayuda de Claudia Saavedra, se afana en prepararlo todo para la jornada. “Hoy toca dedicarnos a la música y las artes plásticas”, explica mientras prepara la primera actividad del día, la ludoteca de ritmos. Los niños tendrán que competir para descubrir si los ritmos que escuchan pertenecen a la música clásica, pop, rock, salsa, funk o hip-hop. Nico y Héctor son hermanos mellizos. Tienen 10 años y son muy pero que muy diferentes. Nico toca la batería y está nervioso por el inicio del juego. Héctor está más tranquilo. “Es que lo tengo que hacer bien por mi profe de percusión”, se explica Nico. Y no falla. En lo musical, él lleva la batuta del grupo y su amigo Álex le sigue a la zaga. Pero el pequeño Izan, que también es baterista, y sus llamativas gafas azules, no se quedan atrás. Los niños demuestran unos conocimientos musicales impropios de su edad, y son capaces de distinguir a Beethoven, Quevedo ¡e incluso a James Brown!
“Nuestro objetivo es tocar varias disciplinas artísticas y, a la vez, realizar un acercamiento a la obra indigenista de Antonio Padrón y de los miembros de su generación”, aclara Cristina Cabrera, responsable del taller. “El primer día nos centramos en la vegetación del jardín de la Casa-Museo”, continúa explicando. “Recogemos muestras, hacemos fotos y vamos rellenando un cuaderno de artista que los participantes se llevan a casa al final de la experiencia”.
En la segunda sesión, las salas del museo toman el protagonismo. Los niños y niñas siguen un juego de pistas con el que recorren las principales obras del maestro Padrón y sus coetáneos, siguiendo la senda de los oficios tradicionales: la alfarería, la agricultura, la ganadería y la pesca, las actividades que caracterizaban el mundo rural grancanario y que se plasman en obras como ‘La tienda’, La alfarera’ o ‘Composición canaria’. Al final de la jornada, los atentos alumnos están preparados para resolver un puzle gigante que crea un collage de la obra padroniana.
Al llegar el tercer día, todos forman un grupo compacto con sus roles bien definidos. El trabajo se hace en equipo y todo fluye como la seda. Tras completar con éxito la ludoteca de ritmos, los nuevos amigos sellan su amistad con la elaboración de mariposas de cartón que ‘volarán’ a los árboles del jardín. Una película elegida por todos pone fin a la convivencia del verano en el museo.
La marea te lleva a Cueva Pintada
Los niños y las niñas que se sumergen en los talleres infantiles ‘La marea te lleva a Cueva Pintada’, iniciativa organizada por el Museo y Parque Arqueológico, bucean en la aventura de descubrir la relación de las poblaciones del pasado con el mar, las especies marinas capturadas, las técnicas de pesca y, en general, el disfrute del entorno marino que rodea a nuestra isla.
Lo sabe bien Leire. A sus 11 años es una de las ‘veteranas’ de todos los talleres que organiza Cueva Pintada. “No me pierdo ni uno”, asegura con cierta tristeza, ya que sabe que está a punto de cumplir la edad límite para participar en este tipo de experiencias. Mientras tanto, disfruta al máximo de la manualidad del día. Están fabricando un pez relleno de sal, aprovechando una botella de plástico reciclada. Atenta a los pasos que da Leire están su hermano Lucas y su primo Darío, sus relevos generacionales en las actividades infantiles del Museo. El pequeño Einar, que viene desde Guía, escucha la conversación, muy atento, desde la mesa de enfrente, aunque, en ese momento, parece estar más pendiente de su nuevo diente “de mayor” que de la sal de su pescado.
Cada grupo de los talleres estivales titulados ‘La marea te lleva a Cueva Pintada’ está conformado por 25 niños y niñas de entre 4 y 12 años. “Ha llegado el calor y nos ponemos en situación buscando el fresquito en la laurisilva”, explica Macarena Reyes, responsable de la iniciativa. El bosque tiene reservada una sorpresa a los jóvenes visitantes, las yoyas, que no son sino los frutos del mítico mocán. “Con ellas hacían chacerquén, una especie de jugo muy dulce”, apunta Reyes. Los jóvenes exploradores recolectan las yoyas de papel de seda en sus tehuetes o talegas indígenas. Ese día, la creatividad está asegurada con la confección de collares con la ayuda del barro.
Durante la segunda jornada, la arena es la protagonista. El grupo entra en un espacio inmersivo, una de las viviendas indígenas recreadas en el yacimiento donde se desarrolla el proyecto ‘Templo de la memoria’, del artista Cristóbal Guerra. La cabaña se transforma en el océano, con el sonido de olas que rompen y animales marinos que formaban parte de la dieta de la sociedad canario-amazige y que acabarán formando parte de un original cuadro para llevar a casa.
Los juegos con temática marina, la sal, como otro elemento de referencia del pasado grancanario, y un primer acercamiento a la arqueoictiología, la ciencia que estudia los restos arqueológicos de las especies marinas, en el propio laboratorio del museo, son las acciones que completan una semana de inmersión arqueológica a través del juego y la refrescante diversión de una batalla de agua para despedir la experiencia. “Los niños y niñas tienen cada verano la oportunidad de conocer la arqueología y aproximarse a la historia que atesora este yacimiento de una manera lúdica y creativa”, asegura Macarena Reyes, resumiendo la experiencia.