Vivimos tiempos complicados de incertidumbre política y económica, guerras, pandemias, polarización… Por eso en este contexto son cada vez más importantes los momentos para encontrarnos, para disfrutar y para celebrar lo que nos une, lo que tenemos en común, lo que nos constituye como sociedad y nos reafirma como comunidad.
Pocas ocasiones mejores para encontrarnos que la celebración de las Fiestas del Pino en Teror. La celebración de las fiestas en honor a la Virgen del Pino conjuga el fervor popular con varios de los símbolos más representativos de nuestro pueblo. La manifestación religiosa tiene su origen y su denominación en la flora más representativa, convertida en santuario natural venerado por los antiguos canarios, cubierto por un enorme ejemplar del antiguo pinar que nació de la tierra volcánica. Un ejemplar que destacaba en el paisaje insular, rodeado de dragos, dominando este bosque y la legendaria selva de Doramas, el bosque de laurisilva, manantial del alisio.
Este es otro elemento unido a la fiesta. El agua, la garantía de vida, de felicidad para el campo isleño, la principal industria local que nace en la Madrelagua y Laguna de Osorio. Porque los peregrinos bebían del naciente de agua medicinal que brotaba a los pies de aquel árbol, hasta que un temporal arrancó el pino en 1864.
Y lo es, también, la emigración. El nexo con latinoamérica que renace en nuestros sentimientos a través de la música, recordando el vínculo isleño con la otra orilla, con la historia compartida.
El Pino tiene la capacidad de unirnos porque conjuga de manera armónica sentimientos diversos. La devoción de quién peregrina para “pagar una promesa” a la Virgen o simplemente para acudir a su cita anual con la patrona de la Diócesis de Canarias, quienes disfrutan con la cultura, la tradición, el folclore y de unas de las romerías con más historia de las islas, o quienes tienen la costumbre de juntarse con sus amigos y familiares y disfrutar con ellos todos los años “caminito de Teror”.
Y es que no podemos olvidar que cada año acuden a Teror, durante las Fiestas del Pino, unas 300.000 personas, 50.000 de ellas a la Romería, unas cifras prácticamente inalcanzables para otras fiestas populares. Son datos que nos ayudan a hacernos una idea de la importancia que tiene para los grancanarios y grancanarios la cita anual en Teror.
Es singularmente relevante el carácter solidario de la Romería – Ofrenda. Cada uno de los 21 municipios de Gran Canaria lleva hasta la villa mariana, como ofrenda, una selección de sus mejores productos. Kilos y kilos de nuestras mejores frutas, verduras, quesos, pescados, carnes, dulces, etc, que posteriormente son repartidos entre las personas que más lo necesitan.
Este tipo de manifestaciones son fundamentales para reafirmar nuestra identidad colectiva como pueblo, para mantener vivas las tradiciones heredadas de generación en generación (la vestimenta tradicional, los oficios artesanos, la gastronomía, la música, los bailes…) y para construir comunidad. Y ayuda a que seamos capaces de rebajar la polarización y a convivir y aceptar la pluralidad y la discrepancia.
Porque seremos más propensos a escuchar, aceptar y tolerar las ideas del “otro” si nos reconocemos como miembros de una misma comunidad, de un mismo pueblo, si valoramos y reforzamos todos los elementos que tenemos en común. Y eso es fundamental en un territorio como el nuestro, en el que tenemos que estar lo más unidos posible para defender nuestros derechos y para exigir soluciones a nuestros problemas. El incendio de hace unos días en Tenerife ha puesto de relieve la solidaridad y el sentimiento de identidad y de pertenencia a este archipiélago anclado en el Atlántico de las instituciones y la sociedad civil de Canarias.
Por todos estos motivos, el Cabildo de Gran Canaria colabora con el municipio de Teror y con los de toda la isla, en la conservación y difusión de los símbolos que nos identifican como pueblo. En especial en la Romería Ofrenda, que este año ofrece una nueva imagen del bello conjunto urbano, con el templo restaurado, frente al que se sitúa el renovado edificio que fuera el punto de encuentro de romeros, donde se encontraba el “Americano”. Una actuación que completa la recuperación de este espacio urbano, uno de los rincones más llamativos de la arquitectura tradicional de Canarias.
Lo escribí el año pasado y lo vuelvo a repetir en este preámbulo a la celebración del Pino de 2023. La fiesta –con el especial significado que tiene para la isla- es una gran oportunidad para renovar objetivos, compartir ilusiones y expresar las convicciones de un pueblo como el nuestro que afronta unido sus retos esenciales de justicia social, progreso e identidad. Porque en los momentos de mayor incertidumbre es esta comunión de sentimientos y objetivos la que ha de guiarnos para que caminemos juntos y juntas hacia un futuro de progreso. Tenemos que afianzar derechos sociales que nos igualen y permitan el bienestar común y avanzar en ese modelo de ecoísla para Gran Canaria que nos avala un presente y un futuro sin dependencias externas que puedan poner en riesgo nuestro pequeño pero afortunado territorio. Casi nada el reto que tenemos por delante para seguir impulsando el empleo, la lucha contra la pobreza y la igualdad. Para garantizar la seguridad hídrica y las soberanías alimentaria y energética (con renovables, por supuesto, y rechazando las regasificadoras a las que algunos quieren volver) que aseguren nuestra supervivencia. Para profundizar en un modelo de desarrollo diversificado ligado a un turismo de calidad y sostenible, a las economías azul, verde y circular, a la investigación y la innovación, a la producción audiovisual, a la reforestación y a la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático…
Otro año más, todos los caminos conducen a Teror, el pueblo más cantado de las islas, la fuente de las tradiciones. Conservemos, respetemos y hagamos de nuestros valores motivo de orgullo. Cuidemos nuestras raíces. Cuidemos Gran Canaria.
Antonio Morales Méndez
Presidente del Cabildo de Gran Canaria