La lucha canaria ha experimentado una evolución significativa a lo largo de los años, adaptándose a los cambios sociales y culturales mientras preserva su esencia tradicional. Originalmente, este deporte se practicaba como una forma de resolución de conflictos entre los aborígenes guanches, y las técnicas eran más rudimentarias y basadas en la fuerza bruta.
Con el tiempo, la lucha canaria incorporó elementos técnicos más refinados, como el uso estratégico de la fuerza del oponente para desequilibrarlo. Esto se convirtió en una característica distintiva del deporte, junto con la prohibición de técnicas agresivas como golpes o llaves que podrían causar daño.
En la era moderna, las técnicas han evolucionado aún más con la introducción de entrenamientos específicos y el uso de gimnasios para mejorar la fuerza y la resistencia. Sin embargo, algunos expertos, como Cipriano Mejía, critican el exceso de enfoque en el gimnasio, argumentando que la práctica y la maña siguen siendo fundamentales para la lucha canaria.
Además, la lucha canaria ha adoptado reglamentos más estrictos y uniformes, lo que ha permitido una mayor profesionalización del deporte. Esto incluye categorías de peso y competiciones organizadas a nivel local y regional.
Gregorio Mejías Díaz (en el centro de la imagen) fue el maestro de sus hijos y nietos
En el vibrante barrio de Taco, ubicado en La Laguna, Tenerife, una tradición deportiva única ha florecido gracias al esfuerzo y dedicación de una familia que marcó un antes y un después en la historia de las Islas Canarias. Cipriano Mejía, un veterano y apasionado luchador, relata cómo la lucha canaria llegó a este rincón isleño, transformándose en un símbolo de identidad y orgullo comunitario.
Todo comenzó con su hermano Mario Mejía, quien dio el paso audaz de fundar el equipo Tacuense, en una época en la que deportes como el boxeo, el ciclismo y el fútbol dominaban la escena deportiva local. Mario, inspirado por los valores familiares y la conexión histórica de los Mejía con la lucha, decidió dar protagonismo a este deporte autóctono que tanto refleja la fortaleza y astucia del pueblo canario.
Cipriano destaca el papel fundamental de figuras como Juan Bo laños y el Parry, luchadores que contribuyeron enormemente al desarrollo y la popularidad de la lucha canaria. Para Cipriano, sin embargo, el deporte ha cambiado en muchos aspectos. Critica el exceso de gimnasio en las técnicas modernas, argumentando que la esencia de la lucha radica en la maña y la práctica. “Cada luchador tiene cualidades únicas, y es importante entrenar respetando esas diferencias,” enfatiza.
Además de su dedicación a la lucha, Cipriano ha encontrado otra pasión en el juego del palo, un deporte autóctono que aprendió del maestro Pedro Morales. A través de sus palabras, transmite su compromiso con preservar estas tradiciones, considerando que ambas prácticas deportivas no solo fortalecen el cuerpo, sino también el espíritu y la conexión comunitaria.
El relato de Cipriano no solo es un homenaje a los luchadores de antaño, sino una reflexión sobre los valores que han moldeado la lucha canaria a lo largo de los años. Destaca que, en el pasado, la lucha era un ejercicio de pasión y responsabilidad, en contraste con la ambición económica que, según él, afecta la práctica actual.
En Taco, la lucha ha sido un puente entre generaciones y una fuente de cohesión social, gracias a familias como los Mejía, que han mantenido viva esta rica tradición. Desde los primeros enfrentamientos juveniles hasta los grandes encuentros en el Terrero de Taco, la historia de este deporte es un testimonio del amor y respeto por las raíces culturales de Canarias.
A sí, Cipriano Mejía nos invita a reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de la lucha canaria, animándonos a proteger un legado que no solo pertenece a su familia, sino a toda la comunidad isleña.
Formación del Tacuense en la Plaza de Toros de Santa Cruz de Tenerife